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sábado, 1 de noviembre de 2025

Un muro al borde del desplome

                               

Luis Seco de Lucena. Vecino de La Herradura.

Hay muros que sostienen historias, y otros que parecen sostenerse solo por costumbre. Este es caso de un muro que hay en la calle Alfonso XIII, La Herradura, paralelo a la carretera que nos lleva a Valsequillo, dese el centro de salud hasta la rotonda de La Herradura. En este caso, el muro en cuestión pertenece al segundo grupo: una estructura que, más que cumplir su función, se ha convertido en una metáfora del abandono y la desidia. Basta observarlo unos segundos para comprender que su estado es más propio de una ruina que de una obra hecha para resistir el paso del tiempo.

Las grietas recorren su superficie como venas cansadas; los bloques, desalineados, muestran que la construcción fue, desde el principio, un ejercicio de improvisación más que de técnica. No hace falta ser ingeniero para advertir que algo se hizo mal. El muro está torcido, resquebrajado, enseñando sus entrañas, y parece mantenerse en pie solo por una extraña ley de equilibrio que desafía a la gravedad… y al sentido común.

Cada día, vecinos y paseantes transitan junto a él, algunos con sus perros, otros simplemente dando un paseo. Todos pasan con una mezcla de resignación y prudencia, sabiendo que en algún momento llegará una ráfaga de viento o una lluvia más intensa para que ese muro decida finalmente rendirse. Es un peligro latente, una amenaza muda que se cierne sobre quien tenga la mala suerte de estar allí en el momento equivocado.

Y mientras tanto, las autoridades que tengan responsabilidad, si lo saben, miran hacia otro lado, confiando quizá en que el muro siga aguantando un poco más, como si la suerte y la gravedad estuvieran sujetas a votación.

Pero la pregunta no es si colapsará.
La verdadera pregunta es cuándo lo hará.









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