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martes, 21 de octubre de 2025

Renovables sí, pero también parques para vivir.

PREPARANDO TERRENO PARA  FOTOVOLTAICA

              Luis Seco de Lucena. Vecino de La Herradura.



En los últimos días, los vecinos de La Herradura han asistido con resignación -y cierto desconcierto- al avance de las obras de una planta fotovoltaica en los alrededores del barrio. Nadie duda de la importancia de apostar por las energías verdes. Nadie, en su sano juicio, puede oponerse al uso responsable de los recursos naturales ni a la lucha contra el cambio climático. Pero una cosa es apoyar la sostenibilidad, y otra muy distinta es aceptar que se haga a costa de los pocos espacios de esparcimiento que quedan en un barrio que lleva años pidiendo algo tan sencillo como un parque público digno.

PARQUE INFANTIL DE LA HERRADURA


Porque ese terreno donde hoy se empieza levantar lo que va a ser un “parque” de paneles solares es, de momento, lo más parecido a un parque que tenía La Herradura. Allí encuentran los dueños de mascotas, aunque sea de forma improvisada, un lugar donde sus mascotas corren libremente. No es un parque, es cierto, pero al menos es un respiro verde en medio del asfalto.

La Herradura no es el escaparate de Telde, y tal vez por eso las demandas de sus vecinos parecen perderse en el aire. No hay plazas amplias, no hay zonas infantiles seguras, no hay un solo rincón con sombra donde sentarse a conversar sin tener que escuchar el tráfico constante. Sin embargo, sí hay espacio, y presupuesto, para una planta de energías renovables.

Nadie discute su utilidad, pero la sostenibilidad debe ser también social y urbana. Si se transforma el único rincón verde del barrio en una instalación técnica, lo lógico -y lo justo- sería acompañar ese proyecto con la creación de un parque público con zona infantil y área para mascotas, bien diseñado y mantenido, que dé al vecindario lo que lleva tanto tiempo reivindicando.

El crecimiento de La Herradura es evidente: cada año más viviendas, más familias jóvenes, más vida. Pero también más cemento, más coches y menos espacios de encuentro. La transición ecológica no puede servir de excusa para sacrificar la calidad de vida de quienes ya conviven en el entorno.

Renovables, sí. Pero con zonas verdes.
Sostenibilidad, sí. Pero con convivencia.
Progreso, sí. Pero con humanidad.

Porque un barrio sin parques no es un barrio para vivir: es solo un lugar donde dormir.


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