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| Don Luis seco de Lucena |
Yo vivía sin aguardar milagros,
ni trenes,
ni nombres nuevos.
Tenía el corazón doblado
como una carta sin destino,
guardada por costumbre,
no por esperanza.
Había aprendido a llenar los días
con cosas que no dolieran,
con rutinas suaves,
con palabras que no exigieran eco.
Y entonces llegaste tú.
No como se espera algo,
sino como lo que llega
pese a uno.
Una presencia sin aviso,
pero exacta.
Como si el universo
hubiera memorizado
mis vacíos.
No supe reconocerte al principio.
Solo noté
que el aire había cambiado,
que mis manos ya no estaban tan solas,
que el silencio tenía otra temperatura.
Me hablaste
y no entendí las palabras,
pero entendí el tono:
era el lenguaje de lo inevitable.
No lo sabía,
pero te esperaba.
Desde siempre,
sin nombre,
sin rostro,
sin fecha.
sé que cada segundo anterior
era solo prólogo.
Un ensayo torpe
de vivir
sin ti.

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