Son las 6 de la mañana y ya desperté, quiero quedarme un rato más, pero ya mi mente empieza a pensar, esto lo otro y lo de más allá.
Poco a poco me invade la angustia, la propia y la ajena.
Si la propia, porque los míos estén bien, por su salud, por las dificultades del día a día, por ese devenir de salir adelante en una lucha continua.
Porque, aunque nos invadan las frases filosóficas o no, que la vida hay q vivirla, es corta, disfruta al máximo etc.
Ahí es donde llega la angustia ajena.
Que, por no ser de tu carne o de tu sangre, duele menos.
Mirando al rededor del mundo, con tanto dolor, odio, rabia, miedo, desprecio de lo bueno q nos da la naturaleza etc.
Pienso, la humanidad es un gran Tsunami, un terremoto, un volcán, un fuerte huracán.
Sí somos todo lo q la naturaleza cuándo se impone, lo destruye y arrasa sin piedad.
La diferencia notoria es q la naturaleza se regenera en toda su destrucción, el ser humano no.
Ni en la acción, ni en el pensamiento.
Y sabemos lo que no debemos hacer, lo que tenemos q cambiar, y que solo de nosotros los humanos depende parar está autodestrucción.
Pero quién puede parar tanto cerebro hipnotizado??
Ahora buscamos en la inteligencia artificial, lo que todos sabemos con solo pararnos a pensar,
Es inútil esperar que tanta destrucción dependa del pensamiento, de la coherencia y de tanta masa cerebral, que vaga como zombi.
No sería así en la Concepción de la vida, pero es antagonista en sí.
Nacemos para morir, y en el camino vamos destruyendo todo lo que necesitamos para bien vivir.
Y me angustia, porque todo tiene un más, menos remedio.
Pero lo que veo a mí alrededor no, porque somos el problema y a la vez, la solución.
Mirar a otro lado, apagar la televisión, escuchar música, pasear por la playa, estar con amigos, vivir en el amor etcétera sí.
Tenemos la obligación de ser felices en la medida.
Pero sin olvidar ni dejar de ser realista y tener los pies en la Tierra.
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