Carlos Dávila
Constitucionalistas revisan el artículo 59, que ordena al Rey ser garante de “la unidad del Estado” y se preguntan: ¿puede aceptar un Gobierno con partidos que pretenden derrumbar el Estado?
Soportables serán quizá los ocho, a lo sumo nueve parlamentarios, que Alfonso Alonso puede acopiar. Pierde dos pero muchos menos que el PSOE que probablemente se quede a la misma altura del PP, precipitado al vacío histórico desde los dieciséis que logró en 2012. Aún el análisis, no se si la aspiración, de la dirección del PP, insiste: “Con estos resultados Sánchez es seguro que no dimitirá en la noche de ese domingo, pero sí que no tendrá otro remedio que convocar su Comité Federal y de ahí saldrá a regañadientes la abstención técnica”.
Hasta el día 25 no hay nada que hacer. Sánchez todavía espera queFeijóo se quede al borde del nuevo Gobierno, y que los suyos de Galicia, como ya ha confesado su incógnito candidato, puedan componer un avío estrafalario a base de un pacto terrible con Las Mareas, con Beiras, y con toda la izquierda andrajosa que pueda presentarse en el coqueto Parlamento santiagués.
Es decir: que ambos, PP y PSOEviven inquietos momentos de esperanza. En el PP se fían, fíjense lo que hay que ver, con las profecías del que llaman el “viudo de Celia Villalobos”, Pedro Arriola, que según está constatado, aseguró que, tras las generales de diciembre, el PP, en la segunda vuelta de junio, ganaría quince escaños más. Y acertó de pleno. O sea, que el denostado Arriola está otra vez en alza y es el arúspice que prevé el brillante triunfo de Feijóo.
En esta ocasión, los ejecutivos deRajoy no confían en absoluto en las soterradas promesas que reedite el pequeño circulito de párvulos que rodea a Sánchez, los muchachos del incansable Hernando que, a principios de junio, anticiparon al “otro” Hernando, Rafael, el portavoz del PP, que “estáte tranquilo,Rafa, que si sumáis 170 escaños, Rajoy sale presidente de la investidura”. Eso ocurría a principios de julio; a finales, lo contrario: “De lo dicho, nada”. Lo probable es que al PSOE le sentara como un tiro el acuerdo popular con Ciudadanos. Y entonces rescataron su programa, su calendario inicial: “que se estrelle Rajoy, luego nosotros, y que el Rey nos siente a todos y nos diga: “Por favor, casaos de una vez”. El calendario saltó por lo aires: Rajoy renunció,Sánchez fracasó, y Felipe VI no se movió de su sitio.
Y ahora la vieja guardia de los “twit” con Rubalcaba y Corcuera de arietes, desearían que se mueva, que borbonee un aunque sólo sea un poquito, sin que se note. Por eso, algunos constitucionalistas cercanos al PSOE han revisado con extremo celo el artículo 59 de la Constitución, que ordena que el Rey sea garante de “la unidad y permanencia del Estado” y se preguntan: ¿Acaso el monarca puede aceptar un Gobierno en el que figuren partidos que pretenden derrumbar el Estado, volar la unidad de España?
La cuestión tienen enjundia pero, como no está el horno para que elRey se meta en estos líos porque la ultraizquierda soviética dePodemos y sus acólitos, le exigirían el exilio, los rivales de Sánchezpretenden que o que se vaya o que llame a los socios del Comité Federal y allí éstos, visto el panorama, le fuercen a la abstención, porque las elecciones del 18 de diciembre, serían la hecatombe del viejo partido de Iglesias, el taquígrafo de la calle Ferraz.
Además y que conste al menos sea como anécdota: la antiguaConvergencia, de rondón y en secreto, se comporta en Madrid de forma distinta a como lo hace en Barcelona: Allí mucha pachanga y amenaza de irreversible secesión, y aquí Homs sugiere que “bueno, que las cosas no son como parece, que sabemos que la independencia es imposible y que no nos queremos comportar como si fuéramos los guerrilleros del Tibet”. O sea, que si el caso no fuera de una trascendencia política e histórica abrumadora, sería como para llevarlo al Club de la Comedia transmitido en directo por los mossos de TV3. Homs forma parte de lo que Sánchez denomina, al estilo del Lenin español, Francisco Largo Caballero, “las derechas”, donde también cabe el PNV que y veremos con quién gobierna en Vitoria a partir del día 25.
En resumen: esta política española de batiburrillo y agua estancada, nos conduce a juicio del cronista, al 18 de diciembre, donde, según los avistamientos más redundantes, el PP subiría no más allá de los ciento cincuenta escaños, el PSOE podría pegarse un batacazo a loPASOK griego (fin de la serie), Podemos continuaría a la baja, yCiudadanos y Rivera, que no quiere ni por asomo nuevas elecciones, empezarían a parecerse definitivamente a la UPyD de la pobre Rosa Díez.
Esto es lo que hay como decía chuscamente un colega liberal gaditano, cuando su señora de siempre, le encontró abrazado a una amante fogosa. “Esto es lo que hay”, asumió sin descomponer la figura.
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