La primera vez que vine a Telde que yo recuerde,
tenía seis o siete años, y me trajeron a una hermosa finca llamada El Cortijo de San Ignacio.
Venía a veranear y tomar leche de vaca pues estaba algo anémica según mi madre que en paz descanse.
Me quedaba en una gran casona con unos parientes muy cercanos, mi madrina de bautismo y prima que con su marido e hijos, desde Carrizal del sur allí se habían trasladado.
Trabajaban y cultivaban aquellas tierras muy frondosas y productivas.
También una gran vaquería con muy buen ganado,
vacas especialmente y cabras que daban muy buena leche, ricos y sabrosos quesos hechos por muy buenas manos.
También recuerdo que no habían carreteras afaltadas, eran estrechas y de tierra y para llegar a la ciudad de los Faicanes, llegaban a un lugar llamado La Primavera, para luego esperar a los famosos coches de hora, algún pariente cercano pues los coches particulares escaseaban.
Por la noche bien recuerdo todavía, me ponía triste y de vez en cuando lloraba y quería volver con mis padres y hermano, a mi querido pueblo de El Carrizal, donde nací, crecí y estuve viviendo hasta que también vine a trabajar.
Luego formé mi hogar desde hace unos cuantos años en esta ciudad, sigo viviendo en Telde pero hecho de menos no sólo El Carrizal, sino que añoro ese lugar privilegiado llamado El Cortijo de San Ignacio.
Antonia Perez Viera
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