La primera vez que se vieron fue en el supermercado, cruzaron sus miradas pero cada uno siguió su camino.
Coincidieron de nuevo en la caja y, él viendo que ella solo llevaba una botella de agua, gentilmente le cedió la vez. Al terminar de pagar lo miró para darle las gracias y despedirse con un “Hasta luego”.
Después de aquel encuentro ninguno de los dos pensó más en aquel fortuito tropiezo. Fue a las dos semanas cuando de nuevo y, por casualidad, se vieron en el mismo lugar. Se sonrieron y continuaron su camino sin que esta vez volvieran a verse por ninguno de los pasillos. A la salida se buscaban uno al otro y al no encontrarse sintieron un desasosiego, algo a lo que aún no se atrevían a dar nombre, quizás por el temor a equivocarse.
Después de varios intentos por volver a verla él dio el primer paso y preguntó a la cajera por aquella chica desconocida pero que no podía olvidar. La empleada le contesto que la chica estaba enferma, nada grave, pero que ahora venía su hermana.
Sin pensarlo dos veces pidió la complicidad de la cajera para conocer su dirección. Al fin consiguió lo que deseaba y se presentó en su casa donde nada más verse saltaron chispas de los ojos de ambos.
Quedaron para salir cuando ella mejorara y, a partir de ahí, no se separaron nunca más. Unieron sus vidas para toda la eternidad.
María Almenara.
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