… aquella vieja acequia, de piedra y cal, y que por
la loma atravesaba el terreno de este buen hombre, que perdía más de la mitad
del agua, por la separación de piedras, por raíces que levantaron el cauce, por
el paso de los años, y ¡nada!, dicho y hecho: mi buen hombre se decide cambiar
la vieja acequia, por el moderno tubo negro de plástico que empalmado cada
equis largos metros, llevará el agua para ser aprovechada, sin perder una gota.
¡Ya saben mis amables lectores, y aunque el
razonamiento del antes acequiero y ahora tuberero, fue el siguiente -no hubo
consideración, sino aplicación de la ley-, dijo mi buen hombre!: ¿acaso
pretenden ustedes, que haga cuatro codos y rodee con manguera la tabaiba? ¡Pues sí, es lo que debió haber hecho!...,
ahora, absténgase a las consecuencias (que no les cuento, porque es muy
triste y feo).
El Padre Báez (el hecho relatado, le sucedió a un
feligrés, y como me lo contó, se lo he contado; salvo el final, porque es
indignante).
No hay comentarios:
Publicar un comentario