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martes, 10 de diciembre de 2013

Entrañable Gelu






AUTORA :  MARISOL AYALA
Todos tememos lo que no controlamos. Tememos la enfermedad y la vejez porque la inmensa mayoría de las veces vienen de la mano; la vejez enferma nos aterroriza y más en la sociedad en la que vivimos porque los recortes ha situado bajo mínimo las prestaciones sociales si bien es verdad que cuando no existían los recurrentes “recortes” tampoco la atención era de premio. Pero vamos a lo que vamos. El lector se preguntará por qué dedico mi columna a Gelu Barbu, el personaje admirado, bailarín y coreógrafo rumano que desarrolló gran parte de su vida artística en Gran Canaria.

Y es porque a Gelu, 81 años, la vejez le ha llegado junto con el peor enemigo, la enfermedad. Los amigos sabemos que hace dos meses el Hijo Adoptivo de Las Palmas de Gran Canaria, generoso e ingenuo, sufrió un accidente cerebrovascular, que le obliga desde entonces a permanecer ingresado porque requiere cuidados médicos especiales. En casa, imposible.
Me consta que una patrulla de amigos está moviendo hilos para que viva dignamente su enfermedad y la combata en un entorno alejado de esos lúgubres centros de crónicos que agravan las patologías. Ellos piden hoy lo que él nunca pidió y lo que ya no puede pedir. No tiene fuerzas.
Y hasta ahí quería llegar; quería llegar a la vejez siempre maltratada, la ausencia de centros, la falta de respeto…Quien escribió estas palabras dedicadas a nuestros viejos “…y después de darlo todo en justa correspondencia, todo estuviese pagado y el carné de jubilado abriese todas las puertas…”, puso el dedo en la llaga pero no reparó en la flaca memoria de los políticos que ignoran que todos llevamos un viejo dentro y que ellos no son una excepción; que el anciano que escondemos saldrá un día del espejo, asomará la cabeza y probablemente no tenga a nadie que vaya de puerta en puerta buscando acomodo a su cuerpo maltrecho.
Gelu Barbu tiene su salud quebrada pero amigos que pelean por él, en justa correspondencia a quien nos ha regalado tanto arte, modestia y generosidad.
Como me gustaría que los que gobiernan leyeran esta columna con el mismo cariño que yo la he escrito.

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