Hay un momento
en que las sombras se reconocen
antes que los cuerpos.
Nos cruzamos
como dos mitades que se intuyen,
despacio,
sin tocarse aún.
Tu mirada y la mía
se deslizan por la noche
como dedos
bajo una tela invisible.
Y el deseo no grita,
no arde,
no se impone.
Solo espera,
respira,
se prepara.
el deseo más puro
es ese que no ocurre
pero tiembla en el umbral.

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