A esta frase, casi lapidaria, nos agarramos cuando nos vemos atrapados en una vorágine de acontecimientos que nos afectan a nuestra salud o vida cotidiana.
Con ella nos agarramos a la esperanza de salir airosos ante cualquier problema que la vida nos ponga por delante.
En España somos muy dados a rogar a nuestras Santas con la fe de que siempre nos tenderán una mano milagrosa para seguir viviendo.
No hace mucho vivimos la fe de los católicos en la visita que nos hizo la Virgen del Pino. En esos días se vivieron momentos del autentico fervor Mariano que todos los canarios profesamos a la sagrada imagen.
Del mismo modo se vivió el amor y la fe a Nuestra Virgen del Carmen el pasado dieseis del corriente mes. Las calles, engalanadas por tal motivo, se llenaron con la presencia de la gran mayoría de los Teldenses quienes no dudaron en salir pese al calor reinante, para mostrar su amor y su fe a la Santa.
Muchos años atrás no era extraño ver a alguna mujer vestida, con lo que llamaban habito, cada señora se vestía del mismo modo que la Santa de su devoción. Una de las que más adeptos tenía era La Virgen del Carmen, para ello se ponían un vestido canelo con un gran escapulario del mismo color.
Le seguía el de Santa Rita, por ser devota de lo imposible, este habito consistía en un vestido negro con un gran cuello blanco y un rosario atado a la cintura.
Ellas hacían estas promesas con mucho amor y devoción pues, como ya dije, la fe mueve montañas.
María Sánchez.

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