Se trata de uno de esos eternos debates que se dan en el mundo del ciclismo: muchos corredores de constitución delgada se quejan de que cuando bajan una cuesta al lado de un compañero más voluminoso deben pedalear para ir a su lado mientras que su compañero no ha de hacerlo.
La física dice que la velocidad de caída de un cuerpo es independiente de la masa: cae a igual velocidad una bola de plomo y otra de plástico del mismo tamaño. Por lo tanto, podríamos suponer que, en el caso de los ciclistas, deberían llegar a la vez independientemente de su masa. Sin embargo, no es así.
Cuando un ciclista baja una pendiente, hay tres fuerzas en juego: la componente paralela al suelo de su peso, que tira de él hacia abajo, y dos fuerzas de rozamiento. Una es la aerodinámica, que depende del área que ofrece al aire el cuerpo ciclista; la otra es la de la rueda contra el suelo. Una persona gruesa ofrece más área, pero también su peso es mayor, y este, al final, gana: la resistencia del aire va con el cuadrado de la velocidad y la masa incrementa al cubo la velocidad. Eso sí, solo si el descenso es en línea recta. Con curvas la cosa cambia debido a la fuerza centrífuga, que favorece al delgado.
Imagen: U.S. Navy
Miguel Ángel Sabadell
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