Nuestra estancia en la República de
Guinea Ecuatorial, allá a comienzos de
los años 70, supuso un antes y un después
que marca el comienzo y final de una etapa vital, no en vano fueron
muchas las felices circunstancias que experimentamos durante nuestra
permanencia allí.
A raíz de aquellos años, posiblemente
la fruta por excelencia de allí, la papaya, nos “intoxicó” de tal
manera, por lo que se cumple una vez más la máxima de “que quien prueba la
papaya volverá alguna vez a Guinea”. No
es el caso pero con la mente he vuelto infinidad de veces.
Hace unos días leí en la página Web,
la presentación de un nuevo libro que me
atrajo sobremanera su título: “Ceiba II”,
poesía inédita. Y es que cuando se llegaba a la ciudad de Bata desde el
aeropuerto, al comienzo de la extensa Avenida marítima, destacaba la primera visión de un árbol gigantesco que
dominaba todo el entorno y que era considerada como símbolo de la ciudad. Este
árbol precisamente era una Ceiba.
La autora de este mencionado libro, llamada
Raquel Ilombe del Pozo Epita, es la poetisa guineana, más concretamente natural
de la pequeña y hermosa isla llamada Corisco famosa por sus playas de arenas
blancas, situada en el estuario del Muni, cerca del vecino país del Gabón.
Había nacido en el año 1931, de madre
corisqueña, natural de Corisco, y padre, colono español, llegado a la entonces Guinea
española en el año 1918. Desde muy pequeña, se calcula que a los cinco años, se le otorgó a su padre la patria potestad y fue
enviada con su familia en España,
donde fue educada según las costumbres de la entonces metrópolis, en un
ambiente de clase media.
Obviamente no voy a cometer la
insensatez de juzgar académicamente esta obra literaria a pesar de haberla
leído y releído, ya que no es mi especialidad, pero si que he disfrutado sobre
todo, de la veintena de poesías, de su extensa obra figurada en este libro, que
hace referencia a su tierra Guineana, a la que conoció por primera vez cuando
tenía veinte y ocho años y ya estaba casada con un español, que la acompaño en
aquel primer viaje a su tierra natal y que desde siempre añoraba conocer. A
partir de ahí sería ruta constante de ida y vuelta hasta poco antes de su
fallecimiento en el año 1989.
En ese primer encuentro con sus ancestros,
se encontró con su madre, y que lo describe como la impresión más
fuerte que había sentido en aquel primer viaje, olvidándose de todo lo demás
visto entonces. Este añorado encuentro lo
relata así con el título de “Mi
Isla”: Se rasgó mi alma / al sentirme
cerca / al pisar la tierra / de la blanca isla / donde yo naciera / sentí el
beso / de una brisa fresca / ¿Qué fuerte
fue aquello! / ¿Qué largo fue el trecho / que prisa tenía por aquel encuentro /.
Unos brazos negros / ante mí se abrieron / me sentí una barca / en un gran
océano. Una voz profunda / pronunció mi nombre / Monday (1) me llamaba / como si en sus
brazos / aún me meciera. Y sigue describiendo sus impresiones al llegar por primera vez a su
isla “Corisco”: Estoy aquí / he venido a buscarte / se ha roto el hechizo. Vengo a
purificarme / en las arenas blancas / de tus playas tranquilas / a la luz de la
luna / con ritmo de tambores. La
Ibanga (2) comienza / con ritmo trepidante / yo soy benga (3) como ellos / de la isla de Mandyí (4).
Raquel Ilombe, es considerada como
la primera escritora nacida en Guinea Ecuatorial en publicar su obra. Y que
además escribió otros libros de cuentos
y leyendas guineanas, y participó en numerosos actos culturales de recitales tanto
en Madrid como en otros lugares, así como cantautora, con un disco grabado.
Pero su devoción era la poesía, cuya
antología se publica en esta obra,
“Ceiba II”, en
trescientas sesenta y cinco páginas. Aunque su primer poemario ya lo había
publicado con el título de “Ceiba” en
el año 1978.
Otro ejemplo del amor que sentía por
su tierra, tanto tiempo añorada, lo manifiesta en el poema titulado “No se si volveré”: Tal vez ya no suba nunca / la empinada escalera / ni de la ventana
observe / como baja la marea. / Tal vez ya no oiga las voces / de los niños que
venían / a la puerta de mi casa / vendiendo bananas, mangos / aguacates y
papayas /. Tal vez mis ojos no vean / el sol cuando se adormece / ni vea la
luna romperse / entre las aguas del Sendye (5).
Describe con un verbo sutil, la Ciudad de Bata, que para los que hemos
estado allí nos reflejamos en sus impresiones
como si estuviéramos transitando por sus calles, en el poema que lleva su nombre: Bata es niña / mañana será mujer / mar azul / tierra
roja / verdes bosques / negros ojos / piel oscura. Ríos que cantan de día / el
embrujo de la noche / cuando los últimos pasos / se oyen dar a la tarde /en
procesión van pasando / todas las voces del bosque /. Canta la Ceiba / la
palmera responde / Con su aroma los cafetos / anuncian que su flor se abre /.Cada
animal va contando / historias de día y tarde / así se pasa la noche / así
empieza a meterse / entre la piel y la carne / este trocito pequeño / de esta
África tan grande.
Como manifiesta el glosador de esta
obra, el filólogo Baltasar Fra Molinero,
“Guinea surge en su poesía como un espacio
exterior que se va interiorizando, constituido por la preponderancia del color
verde, el cielo, el agua (mar, río, lluvia) el pueblo guineano y los sonidos”.
Glosario:
(1) “Monday”, nombre nativo con el que la llamaba su madre de niña.
(2) “Ibanga”, danza femenina típica de Corisco de la cultura Ndowe,
que se baila para invocar a los espíritus.
(3) “Benga”, etnia de los nativos de la isla de Corisco.
(4) “Mandyi” es el nombre con el que nombran la isla de Corisco sus naturales.
(5) “Sendye”, uno de los
lugares mas bellos de Rio Muni, con las impresionantes cascadas del río Wolo, llamado Río Benito en
la época colonial.
Ndowe, tribu principal que abarca varias etnías como los mencionados
Benga.
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