Estaba deseando contarlo y le animé. Era cuestión de tiempo. Lo sabía. En un breve trayecto, apenas veinte minutos, me dio los detalles de una curiosa experiencia vivida el día anterior.
Ocurrió que la mañana anterior una mujer que él calificó de “gran señora” se acercó al vehículo y le preguntó sin más: “¿Usted tiene algo que hacer hoy?”. “Trabajar, señora. Hacer las carreras que me salgan”, contestó. La mujer le hablaba desde la ventanilla. En una mínima conversación el taxista trató de aclarar la pregunta así que sorprendido le espetó, “a ver señora ¿usted que desea?” y ella le dio la respuesta más inesperada posible. “Pasear, que me lleve de paseo”. El chico, perplejo, pensó en algo que no tenía nada que ver con la realidad. “¿Y a dónde le gustaría ir?”, “a dónde usted le apetezca”, le ofertó. Sonriendo desde el volante le dijo pícaro, “para un taxista el mejor viaje es Las Palmas GC, Mogán…” “¡Pues vamos a Mogán!”. El chófer, más intrigado todavía, quiso ahondar en la curiosa cliente y las razones de su capricho: “No se preocupe, le voy a pagar. Estoy sola, mis hijos viven en Madrid y la casa se me cae encima”
Rumbo a Mogán le contó que la soledad es su enfermedad y que estaba cansada de pagarle a psiquiatras así que “hoy”, le dijo, “lo que iba a llevarse él se lo daré a usted”. Escucharon música se contaron sus vidas y almorzaron juntos. Como abuela y nieto. Buen día para el negocio, le comento “no, buen día para mi cabeza. Esa mujer sabe mucho de la vida”.
Y a ratos quiere vivirla.
fuente : http://www.marisolayala.com/
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