Las fechas me bailan, la imagen, no. La “veo” con nitidez. Veo a un bebé de un kilo y poco entre las manos de un médico del Materno. Y veo, claro, la cara de asombro de los compañeros cuando esa foto llegó a la redacción. Fue de primera página sin competencia alguna.
En los noventa nacer con 700 gramos, con ese peso nació, era vivir en un alambre. El bebé y la foto tenían una historia que escribí entonces y que hoy he recuperado de un viejo periódico sin fecha. No recuerdo quién fue el ginecólogo ni los pediatras que lo cuidaron, ni el equipo de enfermería que lo mimó. Lo que sí recuerdo es que aquel diminuto bebé era hijo de papás ingleses que habían llegado a Gran Canaria de vacaciones. La mamá, embarazada de seis meses se zambulló en la piscina que le provocó un principio de aborto. Era su primer hijo. La trasladaron al Materno Infantil y allí rescataron al bebé en estado crítico. Los cuidados médicos que recibió durante el tiempo que permaneció ingresado, aleteó su cuerpo. Cada hora era una lucha y cada subida de peso, una fiesta. Puede que algunos de los profesionales que se empeñaron en salvarle la vida lo recuerden. Sus padres vivieron en Gran Canaria hasta que tuvieron la garantía de que ya estaba fuera de peligro. Con 3 kg se lo llevaron. Recuerdo su foto en el tablón de enfermería, agasajado en el nido de cuidados especiales. Y recuerdo a los jóvenes papás día tras día, noche tras noches, en los pasillos del hospital viendo pasar las horas con el miedo en el cuerpo.
En esa época cubría Sanidad para el periódico que están leyendo y tenía buenos amigos en el Materno, lo que me permitió vivir de cerca ese prodigio hasta acabar obteniendo autorización para contar el proceso casi milagroso. Un día sus padres, en deuda con la sanidad canaria, depositaron al niño en las manos de un médico e hicieron una foto. Alguien me la hizo llegar como regalo.
Hoy es un hombretón y adora Pozo Izquierdo.
fuente : http://www.marisolayala.com/
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