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lunes, 5 de mayo de 2014

Ser madre de una lesbiana

 




No, no hay caso. A mi madre no le gusta la palabra lesbiana. A pesar de lo muy lesbiana que yo, su primogénita, puedo ser.
La heterosexualidad no es nuestro primer desencuentro. Comenzamos hace 33 años cuando accidentalmente se embarazó de mí en su último año de colegio. Consecuencias excesivas en la pequeña ciudad en la que vivíamos: escándalo social, no poder ir a la universidad, casarse con un adolescente al que poco conocía, buscar un trabajo, cuidar a una niña...
El tiempo fue acrecentando las discordias. Ella es rubia, yo morena. Ella habla poco. Yo hablo demasiado. Ella es discreta, yo llevo pancartas en las manifestaciones. Ella nunca quiere quedar mal, yo digo lo que pienso. Ella es fiel y leal, yo voy aprendiendo. Ella siempre combina los colores, yo lo intento.
Ser madre no es fácil. Ser hija tampoco.
A mi madre no le gusta la palabra lesbiana. Por ella ha sentido vergüenza, miedo, culpa, rabia, tristeza. A mí sí me gusta. Por esa palabra he tenido alegría, amor, libertad, felicidad, deseo.
Desencuentro. Dícese de cuando una madre espera que su hija sea normal, que sea feliz y se realice dentro de los parámetros de lo socialmente aceptado y valorado. Una chica de bien, sana, heterosexual, responsable, pudorosa, amante y cuidadora de su familia.
Desencuentro. Dícese de cuando una hija quiere ser aceptada y querida incluso desde laanormalidad.
A mi madre no le gusta la palabra lesbiana pero, curiosamente, en nuestra historia de desencuentros, fue justamente la que nos encontró.
¿Qué le duele a una madre cuando su hija es lesbiana? Pensar que la van a discriminar, que le será más difícil tener hijos, que la sociedad no está preparada, la diferencia, el qué dirán. Insisto, no es fácil ser madre. Pero es que en este contexto tampoco es fácil ser hija. Arriesgarse a decepcionar, a ser menos querida, a no cumplir las expectativas.
Fue un proceso. Un proceso que tuvo armas, trincheras y heridas, como en una guerra. Y también tuvo un momento de paz y de aceptación. Ella, aceptar que no podrá cambiarme. Yo, aceptar sus tiempos. La observación. Ella, el verme feliz, verme enamorada, con el corazón roto, verme sufrir, verme levantarme, verme continuar, verme crecer y volver a empezar. Tan sólo verme vivir.
Mi lesbianismo ha sido una prueba para mi madre y para mí. Hace unos días, a raíz de la campaña del día de la Visibilidad lésbica de MíraLES, la revista lésbica que fundé, mi madre escribió el siguiente comentario:
Un beso muy grande a mi hija María Jesús de su mamá, la cual está muy orgullosa de todo lo que ha logrado en España, en especial por su revista MíraLES, y para que siga ayudando y defendiendo los derechos de la comunidad lésbica, lo estás haciendo genial, te amo mucho. Un gran abrazo desde Chile.
Desencuentros. A veces se combinan con amor y empiezan a ser encuentros, lazos fuertes. Mi madre dice que está orgullosa de mí. Supongo que ella no imagina lo orgullosa que estoy yo de ella.
A Paula, mi madre.
Y a las madres de lesbianas que aún no bajan las armas.

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