Marisol Ayala.
No podía ser de otra manera. Ningún colectivo ha suscitado tanta
admiración en España como nuestros sanitarios así que la primera columna
que escribo, una vez que toca en la puerta cierta normalidad respecto
al Coronavirus, tenía que dedicársela a ellas y ellos, a nuestros
sanitarios.
Sin ser todavía Premio Príncipe de Asturias ya nos faltaban
palabras para gritar nuestra gratitud a quienes han mostrado ser los
mejores. Con el corazón formaron un cordón humano de afectos y
compromiso que nos admiró a todos. No escribo nada nuevo, todo se ha
dicho de ellos, enfermeros, médicos, mantenimiento, limpieza, en fin, de
esos seres queridos y admirados que nos han dado miles de lecciones,
llorando discretamente por los pasillos y limpiando esas lágrimas tras
las mascarillas para que no las vieran los enfermos que combatían por la
vida. Cuando hablamos de la calidad humana, de la profesionalidad y el
dolor nos viene a la cabeza sus sueldos escasos, sus horarios eternos,
la falta de medios y brutales recortes, esos de los que se ha
beneficiado la sanidad privada. Una sanidad en precario fruto de
recortes políticos que todos ocultan y nadie justifica, nadie investiga.
En ese mar de dudas nuestros sanitarios han regalado vida jugándose la
suya y en muchos casos perdiéndola. Todos nos hemos emocionado y en
algunos portales de la ciudad se han vivido escenas emotivas como la de
esos vecinos que esperan en la escalera la llegada de dos vecinas
enfermeras, cansadas y llorosas, a las que reciben como reinas. Comidita
caliente y ropa limpia.
En la casa de un enfermero sus vecinos también les dejan una bandeja
con la mejor cena posible; alguien le plancha sus camisetas y ahí
quedan, dobladas en la cama. En fin, bien están los premios pero no
olviden dotarlos de medios y dignificar su trabajo con mejoras
económicas. De los premios no se vive y ellos merecen vivir mejor. Mucho
mejor.
Gracias!
fuente: https://marisolayalablog.wordpress.com/

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