Maria Sánchez.
Nos dicen los políticos que el paro ha descendido,
noticia que me produce gran alegría para todos en general, pero muy en especial
para los miles de jóvenes que andan desesperados buscando un lugar donde poder
trabajar.
Son los llamados (ninis) ni estudio, ni trabajo.
Viven en casa de los padres por tiempo indefinido, como si se tratara de un
hotel de cinco estrellas pero gratis.
Ahí tienen comida caliente, ropa lavada, una cama
confortable para que reposen sus cansados huesos, algo de dinero para gastar y,
todo esto, sin aportar a la casa ni siquiera su colaboración en las tareas del
hogar.
Para estos jóvenes no existe un mañana, una vejez
sin recursos económicos. En sus mentes anida la idea de que papá y mamá duraran
toda la vida para continuar viviendo a sus expensas, sin tratar de buscar una
solución a una vida sin futuro.
La otra cara de la moneda es la de unos padres que,
ciegos por el amor hacia el hijo, no se sientan para hablar con ellos y tratar
de disuadirlos de tal disparate. Por el contrario les alientan a no doblegarse
a las ordenes de un profesor que está cumpliendo con el compromiso de
prepararlos para un futuro mejor, del mismo modo que les animan a dejar todo
trabajo que implique levantarse temprano, sobre todo un lunes después de una
noche de marcha y amanecida en la calle.
Probablemente alguna persona que lea este artículo
pensará que estoy exagerando, que todo esto sale de una cabeza mal pensante.
Todo lo contrario, mi escrito está basado en hechos reales y que conozco de
primera mano.
Como digo al principio, no puedo ni debo meter a todos los jóvenes en el mismo saco pues
sería injusta.
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