Artículo: Mary Almenara
Con más frecuencia
que la deseada, escuchamos o leemos, la cantidad de mujeres que son engañadas
con falsas promesas para traerlas de sus países y dedicarlas a la prostitución.
La historia cambia
y, mucho, cuando a estas mujeres, a veces casi niñas, se las engaña prometiéndoles
un mundo mejor que el que tienen, les hacen creer que ganaran un dinero fácil y
en cantidades ingente. Todo cambia cuando llegan al destino elegido por unos
seres sin escrúpulos, sin honradez y a los que solo les mueve ganar dinero a
costa de la vida de una mujer.
Todo lo tienen
bien planeado ya que lo primero que ponen en marcha es hacerlas firmar un deuda
que, poco a poco, estos indeseables van aumentando según su capricho. Continúan
iniciándolas en el mudo de la droga para, de este modo, atarlas a ellos con la
cadena de la dependencia. De este modo la deuda se hace cada vez más y más grandiosa,
mientras esas mujeres cada día están más enfermas y no pueden trabajar como sus
amos y señores desean.
Pero a todo esto
hay que añadir algo más penoso aún, algo que cuesta creer pero que, desgraciadamente,
es cierto. Es doloroso, punzante e infame saber que estas redes de cazas de blancas
están regidas por mujeres, mujeres que han llegado a prostituir a sus propias
hijas, mujeres que en vez de defender a estas pobres inocentes se aprovechan de
su situación económica o familiar para enriquecerse con facilidad.
Por suerte, de
vez en cuando la policía hace una barrida y estos/as desaprensivos/as van a dar
con sus huesos a la cárcel. Aún así creo que hay que trabajar más para que a la
mujer se la respete como persona y como ser humano.
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