Los refranes, normalmente son sentencias breves, transmitidas
oralmente de padres a hijos y durante muchas generaciones. En España solemos
usarlos con mucha frecuencia para poner ejemplos o dejar las cosas bien claras
ante nuestro escuchante.
Hay un refrán para cada cosa y para cada acontecimiento lo que nos lleva a hechar mano de ellos en la mayoría de nuestras conversaciones. Este que les traigo hoy solía oírselo a mi madre y a sus amigas cuando se enteraban de que a tal o cual chica se la había ido el novio o marido dejándola compuesta y sin ídem.
Ellas intentaban consolar a la triste mujer dándole todos los consejos
habidos y por haber. Recuerdo, entre otros, el de “Lo que va allá no va acá” o
mi niña, lo que no está para uno mejor dejarlo ir para terminar con el
consabido (A enemigo que huye puente de plata).
En este caso más que un refrán es una frase expresada por el político
y militar castellano, Gonzalo Fernández de Córdoba, conocido también como el
Gran Capitán. Se cuenta que él la usaba con sus tropas con el fin de evitar las
grandes peleas que no conducían a nada favorable y que podía diezmar a su
tropa.
Es una buena táctica ante personas que se empecinan en mantener una
pelea, aunque sea dialéctica y que por mucho que le demos señales de no querer
continuar por ese camino, siguen obstinadas en su majadería. Cuando al final y
viendo que no tiene nada que hacer nos llega el alma al cuerpo a la vez que
expresemos este refrán o frase.
Y es que toda medida es buena si nos permite alejarnos de un posible
enemigo que además de reiterante es quisquilloso y majadero como decimos los
canarios. Ante situaciones como estas solemos también dar media vuelta poniendo
distancia entre nuestro pesado contrincante y nosotros, con lo que evitamos
llegar a males mayores, pues en muchas ocasiones, esa persona no tiene malos
sentimientos solo que le gusta la discusión por pasar el rato.
La frase tiene la sensatez y precaución que nos da la posibilidad de
liberarnos, educadamente, de una persona inoportuna y a veces peligrosa
teniendo la facilidad para huir por el camino idóneo.
Por lo tanto, estimado lector, si en algún momento nota ganas o
voluntad del enemigo de continuar con la discusión, bríndele con todo cariño,
el camino hace el puente de plata.
María Sánchez.
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