Director: Juan Carlos Melian Naranjo. contacto: teldehabla@gmail.com

lunes, 30 de septiembre de 2013

No están hechos los langostinos para la boca del preso


Jamón serrano, queso y lomo en entrantes; ensalada de pasta, de primero; y entrecot con patatas y langostinos, de segundo. De postre, un bombón helado. Eso es lo que los presos de la cárcel de Soto del Real comieron el pasado día 24 de septiembre, día de la Merced.
El menú especial que los presos comen tres veces al año levantó indignación en la masa, si entendemos la masa de forma literal tal y como la definió Le Bon,“agrupación humana con rasgos de pérdida de control racional, mayor sugestibilidad, contagio emocional, imitación, sentimiento de omnipotencia y anonimato para el individuo”. Es el primer concepto de la definición, “rasgos de pérdida de control racional”, el que nos ocupaLa indignación que este menú causó es difícil de comprender si atendemos al gasto que supone, y fácil de entender si buscamos una razón más arraigada en la sociedad: son delincuentes, y los delincuentes no deben comer langostinos, que para eso están en la cárcel.
 Se sentía que no era justo que los presos comieran mejor que los niños en los comedores, o que los enfermos en los hospitales; nada de lujos para los delincuentes. Con la crisis económica, no se entendía ese dispendio para los presos, entrecot y langostinos. Una verdadera vergüenza gastar tanto en alimentar a delincuentes.
Gasto del menú de un preso
La emoción nos dice que es un gasto desmesurado, los langostinos y el entrecot son platos reservados a ciertas clases. Pero la razón nos hace comprobar el gasto que supone ese menú. Según lo dispuesto en el BOE, el gasto por preso y día -recalco lo de día- es de 3,61€ para una cárcel con más de 500 reclusos. Tres días al año ese gasto puede ser ración doble. Es decir, 7,22€ por preso y día.
¿Nos sigue pareciendo una vergüenza gastarnos 7,22€ en alimentar a un preso tres días al año?
Si la respuesta es que sí, pasamos a la razón más profunda.
Los delincuentes como clase social marginada
En la indignación por el menú especial de los presos trasciende una cuestión de clase. La clase trabajadora que ha sentido ser clase media alguna vez en su vida se considera mejor que los presos, que son delincuentes y, por tanto, se encuentran un escalafón por debajo. La situación legal acaba convirtiéndose en clase social.
En julio de 2012 pasó sin pena ni gloria una noticia relacionada con los presos y la comida que define bien los parámetros de indignación que sentimos en lo relativo a los presos. El gobierno de la Generalitat retiró la merienda de los presos como medida de ahorro por los recortes. Los dejó sin una comida y no pasó nada. Son delincuentes al fin y al cabo.
Tampoco trascendió la noticia de que una sentencia del Tribunal Constitucionalconsideraba legal cobrar el menú a los presos que cobrasen una pensión no contributiva. Resolución por una demanda que interpuso un preso al que la Junta de Andalucía había rebajado su pensión de incapacidad de 301 a 147 euros al cobrarle la manutención en la prisión. Son delincuentes al fin y al cabo. Lo malo de esta sentencia es que también abre la vía para que pueda hacerse con enfermos en hospitales.
Cuando hablamos de presos tendemos a pensar en Bárcenas o Bretón como paradigma del delincuente. De ahí la idea de sentirnos mejor que ellos. En España, hay 68.405 presos según la última estadística facilitada por Instituciones Penitenciarias. De los 56.989 presos ya condenados, 35.587 lo están por delitos contra el patrimonio y de salud pública, es decir, robos y drogas. Sólo 206 se encuentran encarcelados por delitos contra las administraciones y la Hacienda pública, por ejemplo.
autor : 

No hay comentarios:

Publicar un comentario