José Antonio Cabrera. ASSOPRESS
Hay numerosas investigaciones sobre los efectos de la oración en los pacientes cardíacos realizadas por el cardiólogo Randolph Byrd, que estudió a 393 pacientes de la Unidad de Coronarias del Hospital General de San Francisco.
En su estudio pudo observar que aquellos pacientes a quienes se dirigían plegarias y oraciones evolucionaron significativamente mejor que los que no estaban incluidos en esta «terapia», como se ha publicado en el Southern Medical Journal. Lo mismo ocurrió en la investigación realizada por el American Heart Institute de Kansas (EE.UU.) y publicada en la revista Archives of Internal Medicine sobre 990 pacientes.
Este trabajo reveló recuperaciones asombrosas, con una menor estancia hospitalaria en los pacientes encomendados a las oraciones. Resultados similares se reflejan en otro estudio pilotado por el Centro Médico Rabin (Israel) y publicado en el British Medical Journal. En él se constata que la oración produce cambios significativos en la evolución de la enfermedad, hasta tal punto que repetir una plegaria ayuda a la relajación, a la vez que reduce la presión arterial y los ritmos metabólicos, cardíacos y respiratorios.
Los médicos que en el mundo hayan escrito sobre la oración, se cuentan con los dedos de las manos, y entre ellos se encuentra el doctor Manuel de la Peña, presidente y profesor de cardiología, que ha escrito artículos sobre “El poder terapéutico de la oración” y “En busca de los milagros de Lourdes”, motivo por el cual ha recibido el reconocimiento de varios Obispos, como Juan José Omella, por la gran precisión de conceptos teológicos y ascéticos.
El doctor Manuel de la Peña, es un rara avis en el panorama médico mundial. Es presidente del Instituto Europeo de Salud y Bienestar Social y profesor de cardiología y subraya que tiene la firme convicción personal de que la oración, además de ser saludable, crea las circunstancias que sientan las bases apropiadas para la curación. “Propiamente entendida, la oración es una actividad madura, indispensable para el desarrollo complejo de la personalidad y para la integración de las facultades más profundas del ser humano. La oración es un esfuerzo del hombre por llegar hasta Dios. Cuando, por medio de una ferviente oración, nos dirigimos a Él experimentamos una mejoría tanto del alma como del cuerpo”.
La influencia de la oración es tan poderosa que el Dr. Larry Possey comprobó que no importa si se asocia al credo cristiano, budista, protestante, hindú o musulmán. El efecto es igualmente positivo pues, a través de la oración, el espíritu se pone en contacto con el Ser Supremo, Invisible, Creador de todas las cosas.
La oración nos introduce en la dimensión sobrenatural de Dios. Así lo ha constatado también el Dr. David Larson, oncólogo radioterápico por la Universidad de Harvard y autor de más de 200 artículos científicos.
El debate científico-religioso sobre si la oración ayuda a curar está abierto. Existen numerosas controversias al respecto y las dificultades para evaluar su efectividad parecen evidentes. El sabio economista más internacional de nuestro país, Ramón Tamames, en su obra maestra “Buscando a Dios en el universo” concluye afirmando que “no sé si he encontrado a Dios, pero sí que lo intuyo”.
Los médicos que en el mundo hayan escrito sobre la oración, se cuentan con los dedos de las manos, y entre ellos se encuentra el doctor Manuel de la Peña, presidente y profesor de cardiología, que ha escrito artículos sobre “El poder terapéutico de la oración” y “En busca de los milagros de Lourdes”, motivo por el cual ha recibido el reconocimiento de varios Obispos, como Juan José Omella, por la gran precisión de conceptos teológicos y ascéticos.
El doctor Manuel de la Peña, es un rara avis en el panorama médico mundial. Es presidente del Instituto Europeo de Salud y Bienestar Social y profesor de cardiología y subraya que tiene la firme convicción personal de que la oración, además de ser saludable, crea las circunstancias que sientan las bases apropiadas para la curación. “Propiamente entendida, la oración es una actividad madura, indispensable para el desarrollo complejo de la personalidad y para la integración de las facultades más profundas del ser humano. La oración es un esfuerzo del hombre por llegar hasta Dios. Cuando, por medio de una ferviente oración, nos dirigimos a Él experimentamos una mejoría tanto del alma como del cuerpo”.
La influencia de la oración es tan poderosa que el Dr. Larry Possey comprobó que no importa si se asocia al credo cristiano, budista, protestante, hindú o musulmán. El efecto es igualmente positivo pues, a través de la oración, el espíritu se pone en contacto con el Ser Supremo, Invisible, Creador de todas las cosas.
La oración nos introduce en la dimensión sobrenatural de Dios. Así lo ha constatado también el Dr. David Larson, oncólogo radioterápico por la Universidad de Harvard y autor de más de 200 artículos científicos.
El debate científico-religioso sobre si la oración ayuda a curar está abierto. Existen numerosas controversias al respecto y las dificultades para evaluar su efectividad parecen evidentes. El sabio economista más internacional de nuestro país, Ramón Tamames, en su obra maestra “Buscando a Dios en el universo” concluye afirmando que “no sé si he encontrado a Dios, pero sí que lo intuyo”.
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