Al fin se decide a bajar de la cama recoge la ropa de la silla, pasa al baño donde se asea, y continúa para la cocina. Sin dilación coloca la cafetera en la placa y, mientras espera a que el café esté terminado coloca el mantel y sobre él tres tazones, el azúcar, pan de molde, mantequilla y cereales. Aún le queda tiempo para conectar la lavadora mientras se escucha el sonido del café que está a punto de salir.
Se sirve una taza y, despacio, la saborea sabiendo que hasta las tres de la tarde es el único momento que tiene para sentarse.
Coloca la taza vacía en el fregadero y comienza a preparar la comida; potaje para su nieto Jorgito y para ella, a los gemelos le preparará unos espaguetis, para su hijo, que vive con ella después de que se quedó sin trabajo y separado de su mujer, le hará un filete de pescado a la plancha y ensalada, no quiere engordar porque está saliendo con una chica que es más joven que él y teme que lo deje como las anteriores.
Cuando ya tiene todo organizado baja a la calle y se dirige al banco mientras va rezando y pidiendo que le quede algún dinero para pagar el agua y la luz.
Hace media hora que espera su turno cuando al fin ve que en la pantalla aparece su número y, casi temblando, se dirige a la ventanilla donde una chica con poco tacto le dice que, si no paga mañana el recibo del mes, le cortan el agua. Su cartilla está en números rojos, tan rojos como su cara.
Cansada y cabizbaja desanda el camino mientras para sus adentros se pregunta ¿Cómo seguiré dando de comer a mi hijo y nietos hasta el próximo mes que cobró mi pensión de viuda?
Mary Almenara.
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