Mary Almenara.
Hoy que a todo se le pone nombre, que todo se etiqueta no podía pasar por alto dar nombre a esas amistades o relaciones poco recomendables y, de las que debemos alejarnos por nuestro bien.
Esto me trae el recuerdo de mi madre cuando siendo
una niña aún, ella con ese sexto sentido que tienen las madres, me decía “con
esa niña no quiero verte con ella adiós por adiós y cada una en su casa”
También es cierto que en ocasiones su instinto de psicóloga le fallaba aunque
la propósito era bueno.
En este tipo de relaciones siempre hay una parte que
es incapaz de tratar al otro de igual a igual, siempre al acecho de
aprovecharse del amigo, compañero o pareja intentando manipular y dominar a su
antojo. Lo que lleva a una persona a tener esta conducta es el afán de llevar
el control en todo y el poder sobre la otra persona.
La persona tóxica es manipuladora y narcisista en la
que prevalece el deseo de imponer siempre su voluntad, pudiendo usar para ello
el victimismo creando una culpabilidad en la persona más susceptible, sensible
y vulnerable que en ocasiones sufre de dependencia afectiva.
Cuando dos personas, con estas características, se
encuentran se produce una especie de red que como una tela de araña atrapa a la
victima y de la que, en ocasiones, es difícil salir.
Las relaciones tóxicas no son exclusivas de parejas,
suele ser frecuente entre amigos e incluso familiares. El modus operandi del
tóxico es el menosprecio que suelen enmascarar con el humor o las bromas para,
a continuación pasar a los juicios mal intencionados sobre las cualidades,
valores o personalidad de su víctima.
Llegan a anular por completo la personalidad por
medio de burlas explicitas sobre sus ideas, creencias o deseos tachándolos como
actos estúpidos. Cuando se logra confrontar a la persona que humilla y denigra
con quien es objeto de su daño, se muestra evasiva escudándose en que todo es una
broma.
Personalmente me pregunto ¿Cómo puede una persona
adulta vivir atrapada por otra que solo la usa para manipularla?
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