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martes, 3 de julio de 2018
Inventarse una vida
Artículo de Marisol Ayala.
No le gusta su vida y está dispuesta a inventarse otra. Se llama Rosario está más cerca de los 80 que de los 90 y hace tres años le tentó escribir su vida para regalar a los suyos y no más. Quería contar su verdad, sus sinsabores, su existencia.
Aunque algún veto pondrá para maquillar vejaciones y desconcierto. No todo se puede contar. Ella no podrá porque sus conocimientos de escritura son mínimos; tiene la vista mermada y la memoria atropellada. Pensó en grabar voz pero ese atropello del que hablo lo complica todo. Es cabezota, tiene hijos que la adoran y sí algo que ilusiona a mamá se hace, no hay más. Le preguntan poco porque saben que es su capricho y se alinean a su lado. Rosario, querida y respetada, es la reina de esa casa porque tiene a su favor la bondad, haber trabajado con dureza para sacar a sus hijos adelante y superar adversidades como para parar un camión. El origen de su biografía es curioso y encierra cierta ternura. Ocurre que años atrás Rosario acudió a una cena en la que un íntimo amigo de la familia le dio una sorpresa a los suyos. Los convocó a cenar y al lado de los cubiertos puso un libro, era su vida. Una tirada doméstica, mínima. Fue un acto tan entrañable que a Rosario se le quedó grabado. Un texto sencillo, todas florituras y vanidades, comenta ahora. Desde esa noche rumió un « ¿Y por qué no escribo la mía?». Dio tumbos y finalmente se decidió. Rosario vive en el norte de Gran Canaria, se entretiene con Sálvame y poco más. Será la vida de una buena mujer. Llevaba años verbalizando su intención hasta que un día los hijos hablaron con ella y confirmaron que su intención iba en serio; movieron ficha y pidieron ayuda. Serán meses de confidencias, recuerdos, contradicciones y mucho maquillaje. A esa edad se tiene autoridad para contar lo que quieras y silenciar lo que te dé la gana. Incluso inventar. La suya ha sido una vida intensa en la que tal vez cuente lo mucho que amó y lo poco que recibió. Creo que lo hará a pesar de los pesares, sin generosidad en el elogio; le importa un pepino el qué dirán. Será a su vez la historia de un amor que pocos han comprendido pero es la vida que quiere dejar escrita. La que le gusta. “Mis hijos no me conocen”, dice.
Dos jóvenes periodistas hilvanarán el relato.
FUENTE: https://marisolayalablog.wordpress.com/
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