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martes, 5 de septiembre de 2017

“Mamá no me hagas pedir el ADN, sabes que soy tu hija”

“Mamá no me hagas pedir el ADN, sabes que soy tu hija”
Ángeles Quesada acude a la Fiscalía para aclarar su origen, después de haber buscado a su madre durante 40 años
Lleva 40 años buscando a su madre. Hace mucho que sabe que es alguien cercana a la familia. Realmente la tiene localizada. Hace unos años, harta de desprecios, tocó en la puerta de la mujer y le gritó: “¡dame un pelo tuyo y demostraré que soy tu hija!”.
Sabe cómo se llama, sabe que tiene cuatro hermanos, pero las puertas se cierran. Tiene relatos familiares y comportamientos que avalan esa teoría. Hace unos años Ángeles Quesada González, que así se llama, acudió a un programa de Telecinco sobre bebés robados. Para su sorpresa ella habló por teléfono con esa madre que se oculta y que luego acepta una invitación para entrar en televisión. “Mamá no tengo nada que perdonarte, pero no me hagas pedir una prueba de ADN que vas a sufrir y yo no quiero. Solo te quiero a ti”, escribe Ángeles.
“Hola mamá?”. “¿Cómo estás, hija?”. “Mamá ya eres abuela?”; “Hija, tienes cuatro hermanos?”. En ese tono de indudable amor, en medio de un mar de lágrimas, se desarrolló la primera y la última conversación de dos mujeres, madre e hija. La charla está grabada; en ella se puede leer en los labios de Ángeles, la hija, un “haz un esfuerzo?”; se supone que es un ruego a su madre para poder al fin abrazarla. Las dos nacieron en Las Palmas de Gran Canaria. La madre adoptiva falleció en 1975.
Pero vamos a ordenar el relato. María de los Ángeles Quesada González nació el 6 de marzo de 1961. Lleva 40 años intentando que la mujer de quien sospecha que es su madre biológica haga un gesto para verla, para mirarla a los ojos, colocar las fichas de su vida y sin un reproche, sin un por qué, respetar su decisión pero sabiendo que nació de esa mujer. Y que el futuro sea el que mamá desee.
La historia de Ángeles es la de un bebé “robado o vendido” que tiene una particularidad no menor con otros tantos bebés igualmente arrebatados a sus madres. Ella sabe quién la trajo al mundo, una mujer que vivió en su entorno y lo sabe porque un día de hace unos años madre e hija hablaron por primera vez por teléfono en una cadena de televisión nacional, charla que la madre dio por finalizada con un evasivo “hija, hablamos en Las Palmas?”. Pero esa cita nunca se produjo y esa es la lucha; su hartazgo y su amargura. María de los Ángeles jamás podrá pronunciar su nombre porque ni un solo documento avalaría esa afirmación. Indicios, muchos; certezas, ni una.
Con el tiempo ha sabido que su madre la tuvo con 14 años; una niña ayer y hoy. Mari Ángeles es un torbellino que llega a la entrevista con documentos producto de su personal investigación en centros oficiales a los que ha accedido con la ayuda de su marido, Domingo Caballero.
Entre ellos figura su partida de nacimiento y el certificado de matrimonio de sus padres adoptivos, Soledad González Jiménez y Francisco Quesada Auyanet, ya fallecidos. La partida de nacimiento de Mari Ángeles es la partida de nacimiento de un bebé fantasma en la que no consta nada. Ni quién la parió, ni con quién llegó al hospital, ni de donde, ni los nombres de su madre y su padre. Nada. A todas las preguntas, diez o doce, la contestación es invariablemente un “no consta”. Lo único claro que aporta el documento es que a María la adoptaron Soledad y Francisco “de forma conjunta”, dice, y que nació el 6 de mayo de 1961.
Dicen que sus padres adoptivos fueron “buenos. Mi madre, un cielo, mi padre, otra cosa”. Justo por eso la chica nunca verbalizó lo que le chocaba de sus padres. La edad, la apariencia de personas mayores.
“Cuando yo nací mamá tenía 54 años y papá 60. Siempre veía que eran muy mayores para tener una niña tan pequeña. Hacía números y las cuentas no me cuadraban. ¿Con 54 años una hija? De hecho los comparaba con los padres de otras niñas y me llamaba la atención, eran como mis abuelos, pero nunca dije nada porque jamás quise hacerles daño. Hay una foto en la que estoy en brazos de mi madre adoptiva y no parezco su hija, parezco su nieta, mírala”.
Pero la vida fue abriéndose paso hasta que al poco de morir la madre, Ángeles ya tenía edad para elegir su futuro. “Un día le dije a mi padre que quería hacerme el DNI porque para tramitarlo había que llevar autorización paterna. Yo quería irme a estudiar a La Laguna para hacer medicina, que me gustaba mucho. La respuesta de mi padre fue tan dolorosa como clarificadora”, recuerda.
Muy enfadado contestó: “¿A La Laguna?, ¿así me pagas que te haya sacado del torno y te diera casa y comida?”. Ahí su lucha pisó el acelerador. “¿Mamá no es mi madre?”, preguntó ella indignada “No, te adoptamos. Tu madre es otra mujer?” Pero la rebeldía pudo más y ella se manejó sola, alejada de su padre al que veía, pero sin apenas afecto.
Algo de cariño debía tenerle a su padre porque nunca intentó acercarse a su madre biológica mientras ellos estuvieran vivos. Y lo cumplió. Sin embargo a escondidas de su padre se presentó en la consulta del pediatra del Cabildo de Gran Canaria a quien le dijo que su nombre figuraba como el médico que estuvo en el parto, junto al cura.
“Le dije que quería saber quién era mi madre y me dijo que no lo iba a entender y que no podía. Que yo no era mayor de edad”. Como entenderán, desde que Ángeles fue mayor de edad volvió a la consulta y le dijo: “Ya soy mayor de edad, dígamelo ahora”. Fracaso. “Los padres que dan a sus hijos no quieren que sepan quienes los tienen. “A ti te sacaron del torno” eso es lo único que me dijo”. Y Ángela se lo tragó todo, se casó, tuvo dos hijos y siempre aguardó el mejor momento para intentar recuperar su pasado.
Ocurrió entonces que Ángeles desarrolló una enfermedad renal al nacer su hija Paula. A partir de ahí inició la búsqueda de su madre biológica pensando en la posibilidad aún remota de un trasplante. Preguntó a todo el que intuía que algo podía aclararle de su árbol genealógico pero la España negra cerró a cal y canto todos los recuerdos lo que le produjo el dolor que todavía hoy Ángeles no disimula.
Ya está iniciado el proceso judicial para obtener pruebas de ADN que la saqué de dudas. “Te preguntarás por qué no lo hice antes, pues porque no he querido hacerle daño, pero ya estoy cansada y ahora ejerceré hasta el final mis derechos como bebé robado”, explica María Ángeles.
Ángeles tiene motivos para ser un manojo de nervios, son muchos frentes abiertos. Y el más abierto de todos, el de su corazón. Muy doloroso saber que al “amoroso” padre que la adoptó no le importó reprocharle con un “¡así me pagas el haberte sacado del torno!”, cuando la chica le dijo que quería ir a estudiar medicina a La Laguna. Por supuesto también le dijo que era tan loca, por ser suave, como su madre. Padrazo, vamos. En el relato de Ángeles hay dos episodios que conmueven, por solo elegir un par de ellos. Cuando viviendo en Las Palmas y era una jovencita estrenó coche y metió a sus dos hijos, Paula y Adrián, y lo que hizo fue ir a Guía y localizar a su madre biológica. La encontró y tocó en la casa. Ella, su madre, estaba, pero su marido le impidió entrar. Hace por lo menos año y medio que teníamos pendiente hacer el reportaje que publicamos hoy. Ella tenía prisa y yo quería documentación, así que los meses pasaron hasta que llegó el momento, año y medio después. La historia es complicada y dolorosa, justo por eso hay que tener todo atado y bien atado.
fuente: http://www.laprovincia.es/blogs/blog-de-marisol-ayala/mama-no-me-hagas-pedir-el-adn-sabes-que-soy-tu-hija.html

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