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miércoles, 2 de diciembre de 2015

Ejército Español: Del trato degradante, la falta de formación o las torturas



Trato degradante al subordinado
¿Se imagina alguien que un comisario de policía ordene a los policías nacionales recoger colillas, limpiar los baños o arreglar los jardines ante una eventual falta de presupuesto? ¿En cualquier otro lugar de trabajo como un ministerio, un parque de bomberos, un hospital,…? Es impensable.
Ese es el día a día de los soldados. De hecho cuando yo fui soldado, durante tres años, también estuve recogiendo colillas. Una tradición. Son muchos los soldados que se quejan por ello.
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El problema ya no está en realizar labores que a un militar no le correspondan pues recuerdo haber estado en el chapapote y no oí a ningún militar quejarse por estar allí. Los militares no tienen problemas en cumplir con cometidos que no sean los propiamente asignados, siempre y cuando estos sean para dar servicio a la sociedad. Por el contrario, muchas de estas tareas enmascaran negligencias de los altos mandos que manejan presupuestos o desvíos de partidas presupuestarias que a saber en qué se han gastado.
Hay mucho más: comida en mal estado, en condiciones lamentables o sobrevalorada; jornadas ampliadas o maniobras sin planificación alguna; ejercicios físicos planificados por mandos sin formación que conducen en muchos casos a lesiones o bajas; ensayos para desfiles sin criterio alguno, etc.
Las amenazas para que esta información no llegue a los ciudadanos es constante, en un comportamiento más propio de la mafia que de una institución moderna.
Por supuesto que la justicia militar ratifica de forma permanente el trato como recluta a los soldados profesionales, un trato que les convierte más en siervos que en subordinados (deja de hacerte pajas; no mejor, como tú eres mujer, deja de hacerte dedillos y piensa). Ni que decir tiene que el maltrato de palabra del subordinado es castigado de forma implacable (cinco meses de cárcel por llamar franquista a un coronel). Entre la absolución y los cinco meses de cárcel creo que se puede encontrar un punto medio y, sobre todo, evitar el doble rasero.
La falta de formación 
Las frases que más oirá un soldado en sus primeros años serán “tú aquí no estás para pensar” o “si no te gusta esto vete al Mercadona o no haber entrado”. Ambas, resumen a la perfección que se forman a los soldados para que sean lo más manejables posibles y que se pretende un inmovilismo absoluto en materia de profesionalización. El armamento y el vestuario, con grandes beneficios para El Corte Inglés (Bruselas sospecha que el ministerio de Defensa favoreció a El Corte Inglés), cuyo director fue candidato a las generales por Falange, es de lo poco que se ha modernizado.
En el año 2000 se rebajaron los requisitos mínimos para el acceso a soldado (cociente intelectual incluido), lo que demuestra las intenciones de los altos mandos.
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En general, el soldado adolece de un profundo desconocimiento de materias que son esenciales para el desempeño de su trabajo. Un ejemplo de ello es que la mayoría de los soldados creen que las órdenes se cumplen sean cuales sean, es decir, piensan que sigue existiendo la obediencia debida. Este es un error común y de extrema gravedad pues coloca a los soldados en una posición de enorme indefensión. Su desconocimiento les puede hacer pensar que deben cumplir, por ejemplo, la orden de torturar a un prisionero como ya pasó en Irak.
Por desgracia, no basta con que el soldado sepa que solo puede cumplir aquellas órdenes que son legítimas, sino que hay que proporcionarle las suficientes herramientas para que pueda determinar si una orden lo es o no.
Necesitamos un soldado formado
En este contexto se antoja vital la formación. Un soldado debe tener un extenso conocimiento en materias tan importantes como Derechos Humanos, derecho internacional, derecho militar, geopolítica o geografía e historia, tanto de su país como de las regiones a las que puede acudir. Ello daría las herramientas suficientes para tomar las decisiones adecuadas y les evitaría estar en la posición de indefensión absoluta en la que se encuentran por su propio desconocimiento.
Por ejemplo, en el caso de las torturas antes comentado, la mayoría de los soldados no son conocedores del informe elaborado por el Senado de los Estados Unidos que alerta de la ineficacia de las torturas llevadas a cabo. En contraste, la mayoría sí que habrán visto la película La noche más oscura que narra la ejecución, que no detención, de Osama Bin Laden justificando de forma evidente las torturas como medio para conseguir resultados.
La realidad, poco a poco desmontada por Seymour Hersh (premio Pulitzer), demuestra que la ejecución de Osama Bin Laden no se produjo tal y como nos lo han contado. Muy al contrario, la realidad es que fue un chivatazo y no las torturas lo que permitió al ejército norteamericano llegar hasta él para ejecutarlo (aunque estuviera bajo custodia y hubiera podido ser detenido).
Ante el atractivo del cine o la espectacularidad de los medios de comunicación en contraste con la aridez de la información, un soldado, como la mayoría de los ciudadanos, tendrá mucho más sencillo el acceso a la película que a los informes o publicaciones antes mencionados. Por ello, solo una formación intensa y continuada en el tiempo puede darle el suficiente conocimiento para tomar las decisiones acertadas y delimitar con exactitud lo legal de lo ilegal.
La formación es mucho más barata que el submarino que no flota, el avión que no vuela o el carro de combate que no dispara
Por desgracia, no se puede pretender con los salarios actuales y la precariedad laboral existente (cobran poco y son trabajadores temporales hasta 27 años para ser después cesados y quedar a merced del desempleo) tener ese grado de formación. Si queremos tener soldados que piensen necesitamos pagarlos. Pienso, sinceramente, que es un gasto necesario muy al contrario de todo el armamento que se compra y que no se necesita.
Formemos, exijamos y paguemos a los militares para convertirlos en verdaderos profesionales. Otra cuestión diferente será el uso que se hace de las Fuerzas Armadas y el que se debería de hacer (en la próxima entrada).

Luis Gonzalo Segura es exteniente del Ejército de Tierra y autor de las novelas “Código rojo” (2015) y “Un paso al frente” (2014).
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FUENTE: http://blogs.publico.es/un-paso-al-frente/2015/11/24/2318/

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