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lunes, 20 de abril de 2015

¿POR QUÉ DECIMOS? IR DE PUNTA EN BLANCO.












AUTORA MARÍA SÁNCHEZ

El ser humano es presumido por naturaleza, y ante cualquier evento que se cruce en su vida procura vestir sus mejores galas, ya sea para agradar a los demás o a si mismo.

En mis años mozos teníamos unas fechas señaladas para darnos el gusto de estrenar cualquier pieza de ropa con la que presumir como podía ser;  un vestido, zapato o una simple rebeca. Había dos días diferenciados para tal fin. Uno era la fiesta de San Gregorio el otro la de San Juan.

Más allá de esto poco se podía comprar para estrenar cada vez que nos apetecía. Si surgía una boda o bautizo, se aprovechaba la última ropa que se había comprado, y si era necesario se hacia un arreglo y listo.

Hoy, por el contrario, no existen fechas señaladas para comprar y estrenar. La ropa que tenemos para ir al supermercado, puede valer para ir al cine y viceversa. Ya no tenemos que preocuparnos por ir de punta en blanco aunque tengamos que tomar un avión para ir de viaje, ahora impera la comodidad por encima de todo. 

Se estrena con tanta frecuencia que, ni nosotros mismos lo notamos. No será la primera vez que adquirimos un par de zapatos y, sin pensarlo, salimos de la tienda con ellos puestos. Con la ropa ocurre tres cuartos de lo mismo, ponemos el usado en la bolsa y el nuevo nos lo encasquetamos, pero nadie notará que estamos de estreno.

Ir de punta en blanco tiene su origen, y en este caso, viene desde la época de los caballeros medievales. Estos empleaban armas de hierro que carecían de filo y llevaban en la punta un botón, como el usado en esgrima durante los entrenamientos, y se les conocía como armas negras.   Las que usaban en los torneos eran de acero y tenían el extremo afilado o, lo que es lo mismo, la punta en blanco. 
Es de esta costumbre de donde nos viene la frase: Ir de punta en blanco.

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