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sábado, 22 de febrero de 2014

Mamá en Bullitt: adrenalina verde












Hace ya casi dos años llegó a nuestra casa la flamante Bullitt. Mauricio le puso un cajón de madera y la adoptamos como 
el vehículo familiar perfecto para la ciudad y, alguna vez, más allá de sus fronteras. Cero huella de carbono y los múltiples beneficios de ir en bici, sumados a una gran capacidad de carga y versatilidad.  Claro que aunque hable en plural y la nave roja se haya convertido casi en parte de la familia, yo jamás la había usado porque yo soy muy pequeña y es una bici “demasiado grande, alta, pesada y difícil de conducir”. ¿Que si lo había intentado? No, ya te he dicho que es demasiado-grande-alta-pesada-y-difícil-de-conducir.

Mi carta a los reyes

En enero estuvimos en Madrid y Carlos, nuestro amigo de Okocicle (padre de nuestra cargo bike), me animó a probar su súper práctica Bakfiets y, a pesar de la tormenta que caía, la encontré muy cómoda. De inmediato la puse en mi carta de reyes, que me respondieron que tal vez podrían hacerme llegar una durante el año.
Pero entonces llegamos a Barcelona y volví a ver la Bullitt. Más grande que nunca y más larga que la Bakfiets pero estaba en casa, de modo que decidí que había que intentarlo.

De cara al miedo

Una tarde nos fuimos a la parte trasera del novísimo Edificio Disseny HUB, en la Plaça de les Glòries catalanes, donde hay un espacio perfecto para experimentar sobre ruedas. Bajamos el sillín y, sí, llegaba al suelo: no era demasiado alta. Empujé la bici y pude bajarla de su sólido pie: no era muy pesada. Pedalée mientras Mauricio sujetaba la bici, pero le pedí que la dejara: no era nada inestable. Puse el pie en el suelo para el primer giro, pero no para el segundo: no era difícil maniobrar con ella.
Empecé a rodar. Plegamos y subimos a la plataforma mi Brompton, y sus 12 kilos ni se sentían. Se subió Amanda y el único miedo era que se soltara en una distracción, porque no llevaba el cajón. Se sumó Abril y logramos hacer una subida sin problemas.
Ya he dicho antes que de vez en cuando toca romper los paradigmas. Y ese día regresé a casa en la Bullitt, con mi Brompton y la bici de Amanda como carga, pero sobre todo con una enorme satisfacción y una certeza:
Los límites nos los ponemos nosotros mismos, los miedos son nuestro peor enemigo y, aunque intentar algo no garantiza el éxito, es lo único que lo hace posible.
Estas dos últimas semanas he estado con un subidón de adrenalina. Aunque Barcelona (aún) no es el Hamburgo que algunos sueñan construir, las niñas y yo no hemos parado de usar la joya danesa de Larry vs Harry para recuperar el tiempo perdido y mi cabeza no se detiene. ¿Qué más he dejado de hacer sin siquiera intentarlo?
fuente : http://laecocosmopolita.com/

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