Director: Juan Carlos Melian Naranjo. contacto: teldehabla@gmail.com

sábado, 27 de septiembre de 2025

La liga de los superhéroes y la banda de los héroes de barrio

Luis seco de lucena


Opinión

No es casualidad que los Estados Unidos, esa nación guardiana de la libertad y la democracia, tenga superhéroes capaces de volar, lanzar rayos por los ojos y detener meteoritos con un bostezo. Al fin y al cabo, ¿qué es una superpotencia sin superpoderes? Sería como un portaaviones sin gasolina o un dólar sin respaldo. Y claro, la industria cultural americana hizo lo propio: si ellos juegan en la Champions de la geopolítica, sus héroes no podían ser menos.

En cambio, en un país normal, como España, nuestros héroes se limitan a ser terrenales. Aquí no hace falta atravesar paredes con la mirada, basta con mirar por la rendija del visillo. La grandeza no está en volar a la velocidad de la luz, sino en correr detrás de una guagua para no perderla. Esa es nuestra épica, tan humana como entrañable.

Comparemos, por ejemplo, al Capitán América con su escudo indestructible

—capaz de rebotar en tres paredes y volver a la mano como un boomerang bien entrenado— con el Capitán Trueno, armado con una simple espada pero con más huevos que el caballo de Espartero. El americano protege al planeta entero; el español, con su acero, defiende el honor y el pan de cada día. Uno salva el mundo; el otro, al colega de turno. ¿Y qué quieren que les diga? El tal trueno, aunque no vuele, suena más cerca.

Si seguimos el duelo, nos encontramos a Batman y Robin con su cueva llena de gadgets, batcinturones, batmoviles y hasta batpulseras, frente a Roberto Alcázar y Pedrín, que se apañaban con la porra y la astucia. Mientras los americanos patentaban tecnología futurista, los nuestros solucionaban el entuerto con una colleja a tiempo. ¿Eficacia? La misma. ¿Presupuesto? Mucho menor.

Los Vengadores, esos titanes de la modernidad, juntan fuerzas divinas, martillos mágicos y trajes de hierro volador para salvar galaxias enteras. La réplica española llega con la banda de Curro Jiménez y sus trabucos: hombres de patillas y chaquetilla que, desde la sierra, ajustaban cuentas con el poder. No habrá rayos cósmicos ni viajes inter dimensionales, pero díganme si no tiene más sabor un buen atraco a la diligencia que una batalla en Nueva York con alienígenas creados digitalmente.

Y ya que hablamos de comparaciones, no olvidemos al elegante agente 007, con licencia para matar y la infalible habilidad de deducir el número de habitación de cualquier fémina en un hotel de lujo. Frente a él, Anacleto, agente secreto: traje arrugado, pistola que nunca acierta y jefes que no inspiran respeto. Uno seduce en casinos de Montecarlo; el otro sobrevive entre viñetas de humor. Pero, ojo, el segundo nos hizo reír más veces, lo cual también es un poder.

Al final, los héroes reflejan lo que aspira a ser cada sociedad. Los americanos necesitan dioses en mallas para reafirmar su poder. Nosotros, con nuestras espadas, porras, trabucos y chistes, nos conformamos con recordar que la verdadera heroicidad no siempre está en volar por los cielos, sino en mantener los pies en la tierra. Porque el entretenimiento, como la política, también tiene su geopolítica: unos conquistan galaxias, otros conquistamos la sonrisa del lector de TBO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario