Marisol Ayala.
A ella, a su marido y a sus cuatro hijas una persona de la familia le ha causado tal dolor que cuando me lo contaron no supe que decir. A ver cómo lo cuento sin que nadie les identifique. Sepan que si no dañara a terceros no dudaría en contarlo con pelos y señales.
Lean la columna de hoy pensando que cada párrafo esconde mucho más de lo que dice. Imaginen. A una familia de Gran Canaria la vida le ha dado tantos zarpazos que nada ni nadie puede aliviar el calvario por el que han pasado y viven. Aquí debo escribir una evidencia. El dinero todo lo corrompe y deja al aire la cara más fea del ser humano.
Esos padres tienen dos hijas muy enfermas, sufren una de las llamadas enfermedades raras y no tienen ni cura ni medios para combatirla pero aún batallan cada día de sus vidas para tratar de mejorar la calidad de vida de las niñas. Esa batalla la han librado solos, con algunos amigos y para de contar. Esos amigos forman un pequeño ejército que siempre está ahí, siempre. Con ser amigos que han visto nacer y crecer a las pequeñas, cubriendo en ocasiones necesidades puntuales de los padres, nunca han querido ocupar el lugar de la familia. Los abuelos y algún tío de las criaturas han estado para las risas y las fiestas, ahí eran los primeros. Pero esa cercanía tenía trampa. Para que se hagan una idea de la situación a las dos niñas les encanta el zumo de la mañana pero es un lujo que no está al alcance de los padres.
Poco después cuando prosperaron un par de ayudas institucionales un miembro de la familia se quitó la careta y les pidió dinero a los padres para abrir un negocio. Esos sinvergüenzas ni han devuelto el dinero ni piensan hacerlo. “Yo no voy a robar para pagarles”
Ya robaste.
fuente: https://marisolayalablog.wordpress.com/
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