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lunes, 10 de diciembre de 2018

COSTUMBRES DE MI TIERRA



Autora María Sánchez.
COSTUMBRES DE MI TIERRA. EL PASTOREO
Ha llovido mucho desde aquellos tiempos en los que era natural y familiar, ver a aquellos hombres ir por nuestras calles con su rebaño de cabras y ovejas.
Si bien es verdad que, tras el paso de esta singular romería quedaba un olor bastante característico, y, en ocasiones, nada agradable, no era por ello menos entrañable ver como el pastor, siempre ayudado por su fiel perro, controlaba en todo momento a aquellos inquietos animales.
Por la calle en la que vivo, eran frecuentes sus paseos pues los llevaban hacia la zona de la Barranquera, el cementerio o Cruz de Jerez, por ser lugar donde podían encontrar la yerba fresca y jugosa. Llegaban del Callejón del Castillo, las Rubiesas o La Mareta.
Eran siempre bien recibidos por la chiquillería que, embobados, nos quedábamos mirando como pasmarotes y no sin cierta admiración.
Pero, lo que recuerdo con especial cariñó, es al señor que pasaba por las calles vendiendo la leche recién ordeñada de la cabra. Lo recuerdo con su jarro al que llamaban “la media” las mujeres salían a la calle con la lechera para llevarlas a las casas.
A los niños nos daban la escudilla con gofio y un pizco azúcar y, puestos de pie al pie de la cabra, nos tomábamos aquella leche caliente y con espuma. Aquello sí era leche y no el agua sirimba que nos tomamos hoy.
Los médicos, prohíben tomar la leche cruda y nos obligan a usar la pasteurizada. Sin embargo, en aquellos años eran los primeros que cuando el chiquillo estaba enguerrio, lo mandaban a comer leche detrás de la cabra o la vaca.
En nuestras islas siempre existió el pastoreo, donde se unían cabras y ovejas, mientras que la vacas se encontraban en las gallanias. El pastoreo más conocido es el de cabras, siendo menor el de ovejas.
El pastoreo, data de principios del mundo, ya que era el sustento del hombre y del que aprovechaba, no solo la leche y la carne, sino también su piel que usaban para la vestimenta e, incluso, para las viviendas.
 Las horas de pastoreo comienza muy temprano, con la fresca, antes de la salida del sol y hasta media mañana. Por las noches se recogen en los apriscos o rediles para que pernocten lejos del frío.
Al comienzo de las lluvias de final de otoño es el momento en que los pastores abandonan las cumbres o los barrancos para dirigirse cerca de las costas, al socaire de los fríos y el agua de lluvia.

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