Cuando hacemos el amor
el lenguaje se retira,
nos deja solos
con los cuerpos y su música callada.
Ya no hay que decir:
lo que ocurre en tu piel
se grita en la mía.
Verbo tras verbo
se caen,
se despiden.
Solo queda el gemido,
el aliento compartido,
el sudor que firma
el poema sin palabras.
Ahí,
en la desnudez del verbo,
empieza lo eterno.
Ahí,
cuando ya no decimos,
decimos todo.

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