Tener un enfermo en casa no es plato de buen gusto para nadie, si a esto añadimos que la enfermedad no tiene vuelta de hoja es como entrar en un laberinto sin salida. Como ejemplo podemos señalar Alzheimer, síndrome de Down, o el que hoy nos ocupa el autismo.
El trastorno del espectro autista no comienza en los primeros años de la infancia donde su comportamiento es el adecuado para su edad. Sin embargo es a partir de entre los dieciocho o veinticuatro meses cuando comienzan a experimentar un retroceso apareciendo los síntomas del autismo.
A partir de ahí comienzan los dificultades para los cuidadores. Una de las mayores características es la adaptación a las personas que los rodean, lo que se transmite en un alejamiento continúo en un su propio mundo, su acomodo para desenvolverse en la sociedad, motivo por lo que su familia debe estar continuamente a su lado.
Algunos presentan signos como menor contacto visual, falta de repuesta cuando los llaman, hasta llegar a la indiferencia incluso ante las personas responsables de su cuidado.
Es probable que los trastornos del espectro autista tengan un patrón de comportamiento y un nivel de gravedad únicos en cada niño, desde un funcionamiento bajo hasta uno alto.
Sea como fuere deben ser respetados y queridos.
Mary Almenara.
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