Opinión.
Fue un 18 de agosto del fatídico del 36, cuando a Federico García Lorca lo asesinaron vilmente. No fue por sus ideas políticas, tampoco por ser ladrón o asesino, le quitaron la vida por sus inclinaciones sexuales.
Mataron su cuerpo pero hicieron que su voz no muriera para siempre. Una dictadura sin más luces ni cultura que las suyas propias, sesgaron una vida que ponía en peligro sus planes de venganza ante todos y todo lo que no comulgaba con sus ideas de exterminio.
Fue perseguido porque pensaron que no era partidario del régimen, sin embargo la política estaba muy lejos de su pensamiento. Lo suyo era escribir poesía, teatro y relatos, a él le debemos obras tan importantes como La casa de Bernarda Alba, Bodas de Sangre o Yerma entre otras.
La llegada de una derecha extrema le persiguió sin tregua solo por sospechas y por su amistad con personajes de la literatura quienes, políticamente, eran de izquierda.
En 1936, cuando regresó a Granada, es detenido, dos día después le dieron el “paseo” y lo que pasó con exactitud a partir de ese momento se desconoce.
“Lógicamente” el régimen franquista nunca reconoció su implicación en el crimen.
En la actualidad Federico García Lorca es el poeta español más leído de todos los tiempos y el 11 de noviembre de 2008 la Biblioteca del Instituto Cervantes de Tokio es inaugurada con el nombre de Federico García Lorca
Mary Almenara
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