“Se te rompen todos los esquemas”: Paula González, alumna de Enfermería y voluntaria de Cruz Roja
José Antonio Cabrera. ASSOPRESS
Paula es una de los más de 2.800 voluntarios que han participado en
el plan Cruz Roja Responde en Canarias.
Tan pronto ha estado al otro lado del teléfono como repartiendo la ayuda.
En su
caso particular, ha sido testigo desde el primer eslabón –la llamada que se recibe o realiza para conocer el
caso del interlocutor– hasta que concluye la demanda
de auxilio con la entrega a cada domicilio de una caja
de alimentos, kits de higiene o de medicamentos.
Son
funciones diferentes dentro de la cadena de asistencia
que ha prestado la Institución, todo un proceso coordinado desde la Célula Logística puesta en marcha en
marzo para que la ayuda llegase de forma más ágil a la
población más afectada por la pandemia del Covid-19.
A sus 22 años, esta estudiante de tercero de Enfermería
en la Universidad de La Laguna estaba de prácticas
en la UCI del Hospital General de La Palma cuando se
decretó el estado de alarma, por lo que se trasladó a
Tenerife, donde tiene su domicilio familiar.
Paula González de la Cruz ya ha estado vinculada con
la Organización desde que hace un año se dio de alta
como voluntaria en la isla de La Palma, donde entre
otras cosas ha colaborado organizando actividades
para los jóvenes.
Nada
hacía adivinar entonces que sería una de las personas que ha atendido
el centro de
llamadas en la sede provincial de Cruz Roja en Santa
Cruz de Tenerife y se ha encargado de llevar la ayuda a
los hogares durante el confinamiento.
“Hemos hecho un poquito de todo. Cuando atendíamos las llamadas teníamos
que averiguar en qué situación se encontraba la persona. En función de
ello, la
derivábamos al servicio que demandaba”, explica.
Y
añade: “Esta crisis económica y sanitaria y el tiempo
de cuarentena provocó una mayor vulnerabilidad en
las personas mayores que llamaban porque estaban
solas y se les habían acabado los medicamentos y no
tenían cómo salir a adquirirlos, o familiares que no
tenían alimentos”.
Recuerda cómo las demandas de ayuda fueron creciendo de forma muy
significativa durante el confinamiento, pero, aun así, el tiempo máximo
que se tardaba en
dar respuesta era de una semana como mucho y, por lo
general, uno o dos días. “Se te rompen todos los esquemas cuando recibes
las llamadas porque te das cuenta
de que cualquier persona puede verse afectada por la
vulnerabilidad”, admite.
Cuando se le pregunta si tiene
miedo al contagio, es contundente: “No tengo miedo.
No es un problema de contagio sino de carga viral”.
Mientras presta el servicio a los demás, Paula reconoce sentirse muy bien. “Ser voluntaria de Cruz Roja es
una gran oportunidad para mí, me aporta muchísimo
a nivel personal y profesional”, cuenta. En la actualidad, colabora con varios proyectos del área de Medio
Ambiente y con el Equipo de Respuesta Inmediata en
Emergencia de Asistencia Sanitaria. Además, este verano prevé retomar su actividad en los proyectos de
Cruz Roja Juventud en La Palma.
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