Calles Viejas de mi Pueblo
He paseado por las calles viejas de mi pueblo,
estrechas, paredes blancas de cal y suelo adoquinado,
un laberinto de memorias que se aferran al tiempo,
susurros del pasado en cada esquina callada.
Cal y piedra, testigos de mil amores y mil odios,
muros que guardan secretos bajo su piel rugosa,
paredes blancas de risas inocentes,
ecos de juegos que se alzan como fantasmas felices.
Los muros húmedos de llantos son espejos del dolor,
cicatrices de tormentas y días grises,
piedra de conflictos y envidias,
donde los sueños se enfrentaron con la realidad amarga.
Las calles viejas cuentan la historia de mi pueblo,
cada adoquín guarda el peso de pasos olvidados,
cada grieta es un verso de una balada antigua,
una canción que solo el viento aún recuerda.
Las construcciones de piedra y argamasa,
tan firmes como los lazos de quienes aquí vivieron,
alzan su sombra como guardianes del pasado,
sus cuerpos eternos, mancillados por los años.
En sus grietas, el tiempo danza con dulzura,
un vals eterno que embriaga los sentidos.
Las historias vividas son sangre en sus venas,
un flujo de emociones que nunca cesará.
He paseado por las calles viejas de mi pueblo,
y en cada paso, hallé fragmentos de lo que soy,
un alma que respira los días perdidos,
un corazón que vive en la eternidad de su voz.
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