Pues le debemos esta expresión a Felipe V que mandó plantar cinco pinos en el
Paseo del Prado, lugar donde la gente solía citarse. Aquellos que querían un
encuentro más íntimo y discreto, sin ser vistos, quedaban en el último árbol, o sea
en el quinto pino.
María Almenara.
Fuente, Google.
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