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martes, 16 de enero de 2024

EL PAN QUE YA NO ES PAN


Hoy quiero rendir un merecido homenaje a los pocos panaderos y panaderas que desde la

una o dos de la madrugada están preparando la masa de la que, posteriormente se elabora

el pan que llega a nuestras casas.

Unas y otros son las hormiguitas anónimas de las que apenas nos acordamos cuando

estamos saboreando el pan de cada día.

Los madrugones son el motivo por el que escasea la mano de obra, siendo necesario

acudir a las máquinas que por mucho adelanto que tengan no hay comparación a las manos

del panadero.

Hay que reconocer que la harina no tiene la misma calidad de antaño por lo que hay que

añadirle productos químicos para paliar la carencia de la que dispone la harina. Al final lo

que estamos comiendo es una masa de agua y harina a la que llamamos pan pero que nada

tiene que ver con aquellos que comíamos no hace muchos años.

Ya sabemos que si lo adquirimos en cualquier supermercado estamos comiendo un pan que

llega congelado al establecimiento, donde es horneado para su posterior venta.

Si usted tiene la suerte de llevarlo a su casa y comerlo en ese justo momento, saboreará un

exquisito pan, pero no se le ocurra guardarlo para luego porque aquello más parece un

chicle que un alimento de primera necesidad.

Atrás quedaron los olores a pan recién hecho que llenaban las calles de la ciudad, atrás

quedaron las verdaderas panaderías en las que se podía ver todo el proceso desde el

principio hasta el final.

El resultado era una exquisitez que no faltaba en ninguna casa.

Para terminar les contaré algo que me contaron. Un panadero enfermó y debía entrar al

quirófano para una intervención, puso varios anuncios para buscar una persona que se

hiciera cargo del negocio hasta su recuperación. Resultado... no apareció nadie y tuvo que

cerrar el negocio, triste pero real.

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