Llamarlas viviendas es un eufemismo ya que en la gran mayoría no pueden vivir ni los
ratones.
Estas son casas que después de haber fallecido los propietarios quedan a mano de los
herederos que si son muchos jamás llegan a un acuerdo, pues todos pretenden coger una
buena tajada aunque nunca se preocuparan por los que allí vivieron. Con el paso de los
años aquella vivienda pasa a ser un atractivo para los okupas.
Si nos damos un paseo por la ciudad, podemos encontrarnos con este panorama nada
agradable y que dice bien poco del que hacer de nuestros políticos ya que creo que en sus
manos está el hacer desaparecer este feo aspecto que no favorece ni al visitante ni a las
personas que vemos como cada día son más las viviendas abandonadas, convirtiéndose en
un foco de basura donde anidan ratones y palomas que con sus excrementos afean y
estropean todo lo que está a su alcance.
Aseguraría que, aún en el estado en el que se encuentran, los herederos tienen que hacer
frente al recibo del IBI, por eso me pregunto que no sería difícil ponerse en contacto con
ellos para exigirles que la derriben por completo o que se hagan cargo de repararlas, con lo
que se evitaría la entrada de personas ajenas a la propiedad con el riesgo que esto conlleva.
María Sánchez.
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