He querido comenzar mi relato semanal con una de las frases de un poema de Góngora. En él nos habla de lo que un día fue hermoso hasta que dejó de serlo. Esto mismo está ocurriendo con este mi Telde querido del que nos habla nuestro cantante internacional. Esta ciudad, a la que ahora el nombre le queda grande por lo que he pasado a llamarla “pueblo”, brilló con luz propia siendo admirada por propios y extraños.
Sus parques eran un verdadero vergel por los que daba gusto pasear, hoy se han convertido en tierras secas y baldías que solo ven en el agua de higos a brevas y no exagero ni un ápice, pueden comprobarlo en cualquiera de los parterres que se encuentren en su caminar diario.
Si de parques hablamos empezaré por el de Franchy y Roca donde las palomas y tórtolas han hecho de él un verdadero estercolero impidiendo que a él se pueda ir a pasear y mucho menos llevar niños a jugar.
El mismo abandono sufre el de San Juan, lugar donde muchas personas usan para caminar. Al estanque ya solo le queda el nombre, en los pasillos no cabe más suciedad por no hablar de la torre y su extinto reloj.
La calle peatonal, corazón de la zona comercial, se asemeja a las calles en el día del Corpus Cristi por la gran cantidad de hojas que la adornan, desconozco quien fue el o la lumbrera a quien se le ocurrió poner árboles de hojas caducas.
A todo esto debo añadir el mal estado en que se encuentran los bancos de las ramblas, sucios, buscando a gritos una mano de barniz y por qué no, un cambio de ellos por unos más cómodos donde las personas mayores puedan sentarse.
Presumo que más de un político dirá que hay otras cosas más importantes, no digo que no, pero también digo que podrán abrir un poco la mano y sacar el dinero de nuestros impuestos.
Mary Almenara.
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