Madre, la que sin pensar en ti misma expusiste tu vida para dar vida a la mía, madre, la que robo horas a su sueño para cuidar el mío, la que pasó de vivir para ella para darme a mí lo mejor que tenía, la que con dulce voz calmaba mi llanto colocando una sonrisa en mi rostro.
Con infinita ternura me enseñaste a unir las letras, cuando mis torpes pies no me sostenían, tus manos fuertes y vigorosas fueron mi bastón y mi guía.
Me enseñaste a caminar por la vida, a solventar dificultades que el mundo ponía ante mí. De ti aprendí todo lo bueno que un ser humano puede desear, me enseñaste a dar sin esperar recibir, a perdonar sin guardar rencores.
Madre… enfermera, maestra, consejera, amiga pero sobre todo madre noche y día hasta el fin de tu vida.
Mary Almenara.
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