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lunes, 24 de mayo de 2021

La ambición

                                                            

 Marisol Ayala.

Ellas decían que se conocían desde que perdieron los dientes, exagerando claro. Desde muy pequeñas. Las familias vivían en el mismo portal de manera que eran algo más que amigas, una familia. La vida fue colocando las fichas y se conocieron en los colegios, en las amigas que compartían y las clases de ballet.

 Con el paso del tiempo la relación entre ambas se estrechó y con 23 años decidieron compartir un pequeño apartamento familiar. Nadie se atrevía a calificar la relación pero era obvio que estaba más allá de la amistad. La verdad es que lo que más le chocaba a quienes estaban cerca era lo distintas que eran, una quería salvar el mundo y otra solo a una parte. De pronto una de las dos quiso pasar un año en el Sahara sin conocer bien el conflicto que vivía la zona pero la relación estaba presidida por la libertad y ambas hacían lo que querían. Antes de emprender el viaje les entró las prisas por comprar una vivienda en la parte baja de Las Palmas de Gran Canaria. En esa decisión nadie de la familia abrió la boca pero siempre hay alguien que está en la senda de la vivencia y se apuntó a mal pensada pero guardó silencio. Era imposible que en una pareja tan bien avenida ocurriera nada, pensaba el resto. Estaban muy equivocadas. Lo peor estaba por venir.  La viajera contrajo una enfermedad que acabó con su vida de manera que además de la tragedia de los padres había un elemento que agravaría el dolor de perder una hija. Llegado a este punto los buitres comenzaron a ejercer como tal. Un sobrino que se instaló en la casa de su tía enferma para acompañarla entendió que con suerte podría reclamar parte de la tarta y en eso está.

Los padres de la fallecida, después de ofrecer opciones que fueron rechazadas, acudieron a los tribunales.

Poco a poco han perdido la salud.

fuente:  https://marisolayalablog.wordpress.com/

 

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