Marisol Ayala.
Elvira es argentina, tiene 84 años y ha vivido la cara más fea de la vida y a la vez, por extraño que parezca, la más bondadosa. Ocurrió en el 2008 pero es hoy, 12 años después, cuando la vida le ha ofrecido la oportunidad de contarlo y saldar una deuda que nadie le reclama.
Una serie de casualidades se han aliado entre Argentina y Gran Canaria para que así sea. Elvira Macome lo cuenta por primera vez en un pequeño texto que llega a mis manos.
Elvira, su marido y un matrimonio amigo quisieron hacer un crucero. Subieron al barco en Argentina y desde allí tocaron varios puertos que yo he sido incapaz de reconocer porque su relato es atropellado, aunque tal vez el tiempo ha borrado los trayectos más dolorosos. En todo caso lo interesante del relato son los contratiempos y el dueño de esa mano tendida que sin saberlo le esperaba en Canarias de cuyas islas Elvira lo desconocía todo. Ocurrió que de pronto su marido comenzó a sentirse mal hasta el punto de tener que desviar el trayecto y atracar en el puerto más cercano que era el de Las Palmas de Gran Canaria. Desde que el barco llegó al muelle una ambulancia trasladó al enfermo al Hospital Insular. Imaginen la situación de Elvira, 78 años entonces, sin conocer a nadie, esperando el diagnóstico de su marido para seguir el viaje. Pero el hombre propone y otro dispone. Sufría una dolencia que días después le costaría la vida. Viuda y sola deambuló por el hospital y pagó lo factura de su marido y “es ahí”, escribe, donde conocí a mis dos ángeles de la guardia, Agustín y Adela su mujer”. Por un par de días Elvira fue la madre de ambos; no la dejaron sola ni un minuto, la pasearon por la ciudad y la llevaron al aeropuerto cuando un hijo viajó desde Argentina para llevarla a casa.
La vida se maneja sola.
FUENTE: https://marisolayalablog.wordpress.com/
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