Marisol Ayala
No ha sido fácil para quienes llevan años combatiendo su adicción al alcohol soltar amarres durante tres meses y luchar solos, en sus casas, en pleno confinamiento contra su monstruo. Alcohólicos Anónimos acaba de cumplir 85 años sin hacer ruido, con la discreción que les ha caracterizado a lo largo de su historia.
Son tan discretos que cuesta encontrar en las hemerotecas su presencia en los medios. Su labor no tiene precio. Su método de trabajo la preside la confidencialidad, los grupos que se reúnen para compartir angustias y miedo, por su adicción con el alcohol. Quince o veinte personas forman los 30 grupos base sin presencia de nadie que no sean ellos mismos, los que luchan contra una enfermedad silenciosa cuya estigmatización es uno de sus peores enemigos. El perfil de las personas que demandan ayuda en Alcohólicos Anónimos es variado, mujeres, hombres, jóvenes y menos jóvenes que en muchos casos descubrieron tarde que beber hasta perder el control no era una adicción, era otra cosa. Son las trampas de la edición. Años atados a las copas no les impedía vivir con cierta normalidad; una normalidad engañosa. Viviendo la pandemia estos meses han sido muy duros para ellos porque su mejor arma siempre son los compañeros que comparten la adicción pero no se han visto, han estado tan confinados como todos, pero asustados y asumiendo un riesgo que tiene entre sus estrellas la temida recaída. El lema de AA es que el alcohólico nunca puede bajar la guardia y que el alcoholismo es una amenaza constante que tiene muchos trofeos en la vitrina. Los datos sitúan al hombre como más demandante de ayuda aunque las mujeres no se distancian mucho. Todos conocemos a personas ocurrentes, brillantes, que se los tragó el alcohol. Tarde o temprano deteriora órganos y acaba con tu vida.
AA ha salvado muchas vidas. Y más que salvará.
fuente: https://marisolayalablog.wordpress.com/
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