El viernes se produjeron unos atentados que, como sucedió el 11 de septiembre de 2001, muy posiblemente nos lleven a tomar decisiones muy importantes en las próximas fechas.
Tras los atentados del 11-S se atacaron, conquistaron y abandonaron Irak y Afganistán (esta última todavía cuenta con fuerzas multinacionales para adiestramiento).
Afganistán e Irak
Los objetivos en Afganistán eran matar a Osama Bin Laden, terminar con Al Qaeda y evitar que Afganistán fuese refugio para terroristas. Bin Laden murió en Pakistán, Al Qaeda y otros grupos terroristas siguen existiendo y Afganistán está a punto de convertirse en un estado fallido (si no lo es ya), lo que le convierte en un escenario ideal para cualquier organización terrorista.
Entre ambas intervenciones han fallecido más de un millón de personas en la cifra más optimista y hay estimaciones que sugieren dos millones o más de fallecidos.
El Estado Islámico
Como consecuencia de ambas y de la actuación de diferentes servicios de inteligencia (Estados Unidos, Turquía o Arabia Saudita), que pretendían derrocar a Bashar al-Assad en Siria, surgió el Estado Islámico y su enorme amenazacompuesta por 50.000 combatientes en una de las zonas más desérticas y llanas del mundo. Un estado que se financia vendiendo petróleo unos 30 dólares por debajo de su precio de mercado, lo que le permite obtener hasta 2.000 millones de dólares anuales.
Militarmente hablando, terminar con el Estado Islámico, que carece de armamento pesado o defensas antiaéreas, sería cuestión de días (aunque causaría enormes bajas civiles). Máxime teniendo casi todas las naciones en su contra. Económicamente hablando, dado que se ubica en una zona muy fácil de bloquear por su localización geográfica (llana e interior) y se financian vendiendo petróleo que exportan mediante transporte terrestre, sería cuestión de meses. ¿Cómo puede ser posible que siga existiendo?
ACNUR calcula que, entre la aparición del Estado Islámico y las guerras de Irak y Afganistán, este año habrá a las puertas de Europa unos dos millones de refugiados. Ya han sido varios los trastornados, no soy capaz de encontrar otra denominación, que han llamado la atención sobre el peligro que suponen estos refugiados o su relación con los atentados terroristas cuando lo cierto es que fueron sus primeras víctimas.
Los mensajes de los políticos y los medios de comunicación tras los atentados de París
Los mensajes que se están vertiendo en las últimas horas, en connivencia con los medios de comunicación, nos invitan a actuar desde la óptica policial y militar basándose en mensajes agresivos y poniendo en funcionamiento la fábrica del miedo con una palabra mágica: seguridad.
Por ejemplo, titulares del diario El Mundo: “Ganaremos al terror” (Mariano Rajoy), “los atentados son un acto de guerra del Estado Islámico” (Hollande), “necesitamos a los rusos porque estamos en guerra” (Sarkozy), “el terror del ISIS exige una guerra sin cuartel”, “lo que el terror nunca podrá lograr”, “¿es la angustia el precio de la libertad?”, “exageremos la amenaza, la realidad siempre la supera”, “Donald Trump vincula a los refugiados sirios con los atentados de París”… Las imágenes que acompañan a estos titulares también reclaman soluciones policiales y armadas (un policía aparece en una de las fotografías y un arma es empuñada en otra).
Estos mensajes contrastan con el perfil mucho más aséptico y desapasionado de las informaciones que recibimos sobre los atentados terroristas del Estado Islámico en Líbano. Estos ocasionaron, el mismo día de la tragedia en París, 40 muertos y más de 200 heridos. Es más, dicho atentado no aparece hoy, dos días después, ni en la portada digital de El Mundo ni en su sección internacional. El suceso ya no existe, no ha ocurrido.
Análisis y responsabilidad de las decisiones tomadas
Las decisiones tomadas en los últimos quince años en Irak y Afganistán (y todo Oriente Medio) han supuesto una continuación de los errores cometidos en Oriente Medio durante decenas de años y lo que debemos evitar es que los atentados producidos en París pudieran continuar esta tendencia.
Hay que tener muy claro que si el trío de las Azores (Bush, Blair y Aznar) no es juzgado, ello se debe a que Occidente domina el mundo y escribe a su antojo la historia, pero aquella mentira, la de las armas de destrucción masiva, es uno de los detonantes de lo que hoy sucede.
Cambiar la política exterior
Ha llegado la hora de recapacitar sobre la geopolítica que estamos implementando en gran parte del mundo. Es relativamente sencillo, aunque con un alto coste en muchos sentidos, terminar con el Estado Islámico. La solución, en contra de lo que la mayoría de los mensajes nos sugieren, no se debe afrontar en una primera fase en términos militares (por lo menos, no de forma exclusiva), sino más bien en una serie de medidas que asfixien económicamente a este estado o lo que sea.
Tanto si se decide intervenir militarmente como si ello no se produce, lo que sí es cierto es que es necesario replantear nuestra política y no olvidar nuestra responsabilidad. El terrorismo no surge de forma espontánea sino que requiere de una serie de componentes y, por supuesto, el terrorismo es una actividad muy lucrativa en términos económicos y electorales para demasiados grupos de poder (¿a quién le vende el Estado Islámico el petróleo? ¿cuántos gobiernos han visto mejorar sus encuestas después de un atentado?).
Menos intervenciones militares y mayor desarrollo de la región
Sin dejar a un lado que puntualmente pueda ser necesario realizar una intervención militar, esta debe ser parte de un plan global para el desarrollo de la región. Está demostrado que el desarrollo es la mejor arma contra las ideas radicales y el mayor enemigo de los grupos terroristas, aunque para las petroleras sea un negocio más redondo comprar barriles de petróleo a los terroristas que campan a sus anchas en estados fallidos (con apetitosos descuentos de 30 dólares por barril) que hacerlo a empresas respaldadas por un estado y una legalidad.
Volver a basar nuestra respuesta a una matanza, como ya hicimos cuando se produjeron los atentados del 11-S, en términos policiales o militares no solucionará el problema y terminará generando otro París.
España acumula en estos quince años compras de armamento por valor de 40.000 millones de euros (que debemos y no podemos pagar): carros de combate, fragatas, aviones de transporte y combate, drones, vehículos blindados, etc. Ya no es que el avión no vuele, el submarino no flote o el carro de combate no dispare, que también, lo verdaderamente preocupante es cómo podemos defender con esas armas a los ciudadanos de la actual amenaza terrorista (si es que es tan terrible como se plantea): ¿con los carros de combate?
Es obvio que no, es obvio que tener la séptima industria militar del mundo (pasando de 200 en 2001 a 8.800 millones de euros en 2014) no favorece en nada la defensa ante esta amenaza.
Punto de inflexión
Es el momento de reflexionar sobre el papel de las organizaciones supranacionales (ONU, UE, OTAN, etc.) en el mundo y decidir si cambiamos o continuamos formando parte de sus decisiones o sus estructuras, si es necesario cambiar el papel de España dentro de las mismas.
La Unión Europea, la ONU, la OTAN y todos los ciudadanos hemos permanecido al margen de lo que sucedía en Siria porque no nos han informado y porque nos ha importado un carajo. En la actualidad, seguimos ignorando lo que sucede entre Israel y Palestina sin exigir que una fuerza multinacional detenga, ya no digo retrotraiga, sino detenga la situación. No debatimos con seriedad si es adecuado o no abandonar Afganistán en las condiciones en las que se encuentra. No exigimos a nuestro Rey ni a nuestros gobernantes que dejen de hacerse fotografías en países tan terribles y perniciosos como Arabia Saudita (muy conectado al Estado Islámico). En su momento, votamos a un mentiroso (Aznar) que entró en Irak y después a un frívolo (Zapatero) que nos sacó del país de forma irresponsable al mismo tiempo que fomentaba el crecimiento de la industria armamentista.
Las empresas que se dedican a producir armas junto a las petroleras son las grandes beneficiadas de la existencia del Estado Islámico y lo hacen en connivencia con nuestros gobiernos. Si actuamos sobre ellas será mucho más fácil solucionar la situación en Irak y Siria, lo que debilitaría al terrorismo. Aunque quizás tengamos que replantearnos que para actuar sobre dichas empresas sea necesario hacerlo antes sobre nuestros gobiernos.
Un hecho que refleja el conflicto de intereses es que son empresas norteamericanas las que compran gran parte del petróleo que controla el Estado Islámico.
Es casi imposible evitar que matanzas como la que tuvo lugar en París se repitan, decir lo contrario sería caer en la demagogia, pero lo cierto es que reducir el número de estas tragedias es posible. Ya sabemos que la fuerza de las armas o la cesión de libertad a cambio de una supuesta mayor seguridad no son la respuesta adecuada porque los últimos quince años no han evitado este y otros muchos atentados. La solución es mucho más sencilla aunque menos lucrativa para algunos: desarrollo.
Luis Gonzalo Segura es exteniente del Ejército de Tierra y autor de las novelas “Código rojo” (2015) y “Un paso al frente” (2014).
“Código rojo le echa huevos al asunto y no deja títere con cabeza. Se arriesga, proclamando la verdad a los cuatro vientos, haciendo que prevalezca, por una vez, algo tan denostado hoy en día como la libertad de expresión” (“A golpe de letra” por Sergio Sancor). ¡Consíguela aquí firmada y dedicada!
Apuntes que pueden resultar interesantes
Afganistán
El 7 de octubre de ese mismo año comenzaba en Afganistán la operación “Libertad Duradera” que concluyó el 28 de diciembre de 2014 (hasta finales de 2016 permanecerán unos 13.000 militares realizando labores de adiestramiento). El conflicto acumula más de 150.000 afganos y paquistaníes muertos y otros 160.000 heridos, a los que hay que sumar los 3.500 muertos de la Coalición y casi 14.000 de las Fuerzas Afganas. Hay que tener en cuenta la baja fiabilidad de las cifras en cuanto a los fallecidos afganos y paquistaníes.
Esta operación fue complementada por la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF), que fue establecida por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y controlada por la OTAN desde 2003.
El coste total para España de esta guerra son 100 soldados y un intérprete muertos, 80 heridos graves y unos 3.500 millones de euros. Este mismo año se retiraban las últimas tropas españolas ante el bochornoso silencio de los grandes medios de comunicación que no instauraron el necesario debate sobre la conveniencia o no de abandonar un país que ya es un estado fallido (sería conveniente recordar el reciente ataque talibán a Kunduz, 28 de septiembre de 2015).
El objetivo principal de esta guerra era ajusticiar en plan salvaje oeste, vivo o muerto, a Osama Bin Laden y otros dirigentes de Al Qaeda, así como derrocar el Emirato Islámico de Afganistán gobernado por el emir mulá Omar, ya que su gobierno apoyaba y daba refugio y cobertura a los miembros de Al Qaeda.
Osama Bin Laden no fue capturado o asesinado en Afganistán, sino que fue ejecutado el 1 de mayo de 2011 por Robert O’Neill, miembro de los Navy Seal, en un tiroteo en Abbottabad, Pakistán. Su muerte fue llevada al cine por la película La noche más oscura (Zero Dark Thirty), que de forma explícita justificaba las torturasal corroborar la versión oficial de que fueron éstas las que permitieron la captura de Osama Bin Laden. Lo cierto es que un informe sobre las torturas elaborado por el Senado de los Estados Unidos (9 de diciembre de 2014) denunciaba la inefectividad de las mismas y Seymour Hersh, premio Pulitzer, aseguró hace unos meses que no hubo emboscada en plena noche ni compleja operación orquestada en secreto por la Inteligencia estadounidense, ya que Bin Laden llevaba preso desde 2006. Todo fue una mentira.
A día de hoy, Afganistán es un estado fallido o muy próximo a serlo, los talibanes están recuperando el poder y, desde luego, es un lugar ideal para que un terrorista se aloje.
Ninguno de los dos objetivos principales de este conflicto se ha conseguido y las consecuencias de la intervención han dejado al país en una situación peor a la que se encontraba en 2001
Irak
La guerra de Irak comenzó el 20 de marzo de 2003 y concluyó el 18 de diciembre de 2011. El objetivo primordial era terminar con el desarrollo del programa de armas de destrucción masiva que violaba el convenio alcanzado en 1991 aunque también se alertaba de la inmediata amenaza que este país representaba para los Estados Unidos, su pueblo y sus aliados.
Jamás se encontraron armas de destrucción masiva ni pruebas sobre su existencia ni sobre la supuesta cooperación entre Saddam Husein y Al Qaeda. Otras justificaciones fueron la necesidad de implementar un régimen democrático o la violación de los derechos humanos por parte de Irak.
Nadie podía negar, ni entonces ni ahora, que Saddam Husein era un genocida ya que arrasó 4.000 ciudades y pueblos kurdos terminando con la vida de 250.000 personas con una especial crueldad (gracias al tristemente famoso Alí el químico). A esa cifra habría que añadir los 50.000 desaparecidos. Todo ello, no hay que olvidarlo, ante la connivencia de Occidente, ya que el bueno de Saddam era por aquel entonces un aliado. Pero lo cierto es que el país se abandonó en un escenario de brutal guerra civil entre chiítas, sunitas y kurdos.
“The Lancet” cifra el total de muertos en la guerra en 655.000 y “The Guardian” (16 de septiembre de 2007) eleva esta cifra a 1.200.000.
El Estado Islámico
El Estado Islámico surge en el caldo de cultivo creado en un Irak en plena guerra civil convertido en estado fallido después de la intervención militar occidental y el intento para derrocar a Bashar al-Assad en Siria con la participación de Estados Unidos, Turquía o Arabia Saudita. Siria, como Irak antes de la guerra, está gobernado (si que existe algún tipo gobierno) por el partido del Baaz. Este es nacionalista, laico, socialista y muy cercano a Rusia (la única base militar rusa fuera de su territorio se encuentra en el puerto de Tartus) o China.
Se encuentra geográficamente situado en el este de Siria y el noroeste de Irak ocupando ciudades como Mosul, Faluya y Al Raqa. Bajo su mando viven entre seis y ocho millones de habitantes y cuenta con unos 50.000 combatientes (hay informaciones que elevan las cifras hasta 250.000).
El Estado Islámico vende petróleo consiguiendo entre 500 y 2.000 millones de dólares anuales. Es obvio que para ello se necesita una logística muy compleja que permita transportarlo fuera de Irak y de Siria. Este petróleo podría venderse con descuentos de hasta 30 dólares en el precio del barril. Algo que no debe pasar desapercibido es que Irak está produciendo, a pesar de esta situación, más petróleo que en toda su historia.
Se calcula que el Estado Islámico necesita unos 1.000 millones de dólares anuales para mantener sus estructuras.
fuente .http://blogs.publico.es/un-paso-al-frente/2015/11/15/matanza-en-paris-y-ahora-que/
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