Cuando la conocí tenía una legión de seguidores. Prometía curación, riquezas y otros imposibles. En el mundo del curanderismo isleño María la del Toscón fue un personaje. Su casa en El Toscón era como la romería de Teror pero en chico. Estaba convencida de que los ilusos que se acercaban a su casa la tenían como alguien capaz de hacer milagros y lo rentabilizó bien.
Poco antes de que la detuvieran y le cerraran el chiringuito la entrevisté. Jugué con su vanidad, con su maravillosa labor social y picó. Nunca supo que ya llevaba semanas yendo a su “consultorio” así que me identifiqué y ella feliz. Mi objetivo, escucharla y el de ella vender sus poderes. Hace nada leyendo las efemérides del día me topé con su foto en la portada de este diario. Me reí. “Jesús me pide que le llame Suso”, titulaba. Ahí queda eso. En la redacción algún lince comentó “esta tía está loca ¿no?”.
Loca no, lista.
Sigo. Durante años perdí de vista a María por razones que tuvieran que ver con su desaparición de los foros mediáticos. Se la tragó la tierra. Su abogada, aquella que disfrutaba amedentrando periodistas a pesar de que sabía bien que su defendida estaba metida en un buen follón, hizo el mismo recorrido. Desaparecida. La verdad es que sin María, una vez fue detenida -desconozco si condenada por estafa o no- la tranquilidad volvió a la zona de El Toscón. La afluencia de público se acabó.
Un día en la puerta de un hospital de Las Palmas de Gran Canaria me llamó la atención una mujer que fumaba compulsivamente en un rincón de la escalera de acceso al centro. La miré con curiosidad ya que me sonaba su cara, pero no la identificaba. De pronto se acercó y me dijo “Hola…soy María la de El Toscón, ¿te acuerdas?” Y tanto que me acordaba. Nos saludamos, le pregunté si estaba enferma y me contestó que la enferma era su madre, estaba malita. Y una, que es mucho más mala de lo que creen, no pudo evitar recordarle: “¿¡Coño, y no decías que lo curabas todo!?” Su respuesta fue: “Lo único que te pido es que por favor no digas que me has visto en un hospital. No me interesa”.
Entonces sospeché que la amiga de Suso -Jesucristo- seguía haciendo de las suyas, ejerciendo “la medicina” del negocio y la mentira.
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