María Sánchez
Nos parece increíble pensar que aún en nuestros días, existan países donde la mujer no tiene ningún valor, donde puede ser impunemente violada, vendida, apaleada y lo que es peor, lapidada hasta darle muerte.
Cuesta creer que los gobernantes de países como; Afganistán, Somalia, India, Pakistán o Congo no hayan puesto remedio a tamañas aberraciones a las que están expuestas las mujeres. El hombre, en estos países, ha hecho las leyes a su medida amparándose, en una religión machista e incomprensible. Tan incomprensible como para creer que esa mujer que muere a golpes de látigo o apedreada puede llegar antes a los pies de Ala.
Es tal la marginación que soportan que no son dueñas de su propia vida y, mucho menos, de su destino. Su matrimonio es concertado por sus padres o hermanos, teniendo que obedecer con total sumisión, bajo las amenazas de castigo a las que son sometidas. La ley musulmana les obliga a ocultar totalmente su cuerpo bajo el burka, para ocultar su belleza y así impedir excitar a los hombres.
Si es violada por no llevar el burka se la culpa de provocación al hombre. Son perseguidas por la policía y castigadas por ésta, si se aprecia que llevan las uñas pintadas o asoma una pequeña parte de la pierna bajo esa cárcel de tela.
Si sufre violación, su propia familia la desprecia, mientras que el violador sale impune de tal delito.
No se precisa de mucha veracidad por parte del marido, cuando acusa a su mujer de adulterio, basta que lo suponga para ser creído y ella será condenada a la lapidación.
Ésta es una de las muertes más crueles e inhumanas, pues se da la circunstancia de que el ser humano es capaz de aguantar golpes muy fuertes sin perder el conocimiento, lo que conlleva a una muerte dolorosa pero muy lenta.
La religión de los países magrebíes, está regida por el Coran leyes que escribió Mahoma. Hasta aquí se puede comprender e incluso respetar, del mismo modo que deseamos ser respetados, lo que ya me parece incomprensible e indignante es que éstas leyes las ha adaptado el hombre a su libre albedrío, de tal manera que la más perjudicada en cualquier caso, es siempre la mujer.
Desgraciadamente y, aunque nos cueste creerlo, esto es lo que, supuestamente, vivimos en los países llamados civilizados.
Estimados lectores, estaré de nuevo con ustedes en Agosto, espero encontrarles en este mismo lugar.
Feliz verano.
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