Mary Almenara.
Dirijo este artículo a las abuelas ya que, mayoritariamente, son ellas las que dedican más horas al cuidado de los nietos.
Esas abuelas cuidan con amor a sus nietos con la buena intención de que
sus hijos puedan salir adelante, como dicen ellas, pero poco a poco se convierten
en la agenda personal del hijo o la hija, y continúan tirando de la abnegada
abuela dejando al pequeño para ellas ir a la peluquería, el super o lo que es
peor salir con amigos porque están estresados por el trabajo.
Pero, lo que raya el cinismo y la boca vergüenza es cuando la pareja
se va a comer fuera de casa o a pasar el fin de semana a alguna playa del sur,
por ejemplo, lo más duro en ocasiones es que la abuela se entera cuando están a
punto de salir y con un pie en el coche. Se podría pensar que se comportan de
este modo por si la “cuidadora” se animara a ir con ellos.
Ellas no pretenden que se las lleven a todo sitio que visiten, pero una
vez al mes no estaría mal.
El síndrome de la abuela cuidadora-esclava está clasificado como un
cuadro patológico que está afectando a las mujeres de nuestro tiempo dañándolas
psicológicamente al estar saturadas de
momentos regidos por el reloj que le recuerda que tiene que recoger al niño del
colegio, realizar las tareas de la casa, comida para los padres incluida, porque
no han dejado nada preparado en su casa.
Los síntomas del síndrome se manifiestan con dolor de cabeza, hipertensión,
decaimiento o tristeza entre otros.
Quienes lo padecen no manifiestan lo que llevan sobre sus espaldas, si
vistan al médico lo callan de igual modo que lo ocultan a la familia a la vez
que continúan llevando a sus espaldas la responsabilidad de su propia casa, la
de sus hijos, y por supuesto, el cuidado de los nietos.
Esta falta de sinceridad hacia los demás viene originada por unas
costumbres, casi ancestrales, donde se daba por sentado que las madres estaban
para eso. Sin embargo es su cuerpo el que le dice que debe aprender a decir que
no.
Muchas abuelas han tenido que renunciar a sus actividades en centros,
asociaciones vecinales o simplemente a salir con sus amigas.
A esas abuelas les recomiendo que aprendan a decir no, y a los hijos
que no sean tan egoístas.
María Sánchez.
Fotos tomadas de la web
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