En el
siglo XVII se produjo una segunda erupción en la isla de La Palma, la
del segundo volcán de Fuencaliente. El extraordinario cráter volcánico
de San Antonio, tradicionalmente asociado a ésta, como se ha recogido en
la bibliografía histórica, corresponde —según los estudios geológicos
recientes y el análisis y la reinterpretación de los relatos de la
época— a un aparato volcánico preexistente, relacionado con algún
episodio eruptivo de varios miles de años de antigüedad [1].
De los
documentos consultados, uno de especial interés es la versión que ofrece
Juan Pinto de Guisla, testigo presencial del singular acontecimiento,
compilada por el cronista palmero Juan Bautista Lorenzo Rodríguez a
finales del siglo XIX. Al final de la citada crónica, se dice lo
siguiente:
“Los
temblores de tierra se han continuado sintiéndose en la ciudad y
causando mucho temor; y en particular se sintió uno mayor que los
ordinarios el domingo 9 de Enero a las 5 de la mañana con que se
atemorizó el pueblo, de manera que mucha parte con el Clero se juntó a
aquella hora en la Parroquia donde está Ntra. Señora de Las Nieves, a
implorar su Patrocinio; y este día se puso patente el Santísimo
Sacramento y se hizo procesión general con mucha devoción, que se remató
con una plática que estaba prevenida después de otras que habían
precedido los días anteriores, y tocó al Padre Fray Lucas Milán, Lector
de Arte, en el convento de San Francisco de esta ciudad, con la cual,
así por el espíritu del Predicador como por lo adecuado del asunto que
eligió y disposición de los ánimos atemorizados con el temblor de
tierra, conmovió al pueblo a muchas lágrimas”.
“Está el
volcán en su fuerza sin disminución, y de todas las bocas que abrieron
sólo permanecen la principal de sobre la montaña, por donde salen
llamas, humo, piedras y arena, y las tres que están a la subida, que son
las que brotan la materia flúida que ha cubierto y cerrado las demás
bocas corriendo sobre ellas continuamente, los temblores de tierra y con
ello las tribulaciones de los habitadores de esta isla que con
continuas súplicas, imploran la Piedad Divina por medio de María
Santísima Nuestra Señora, cuya Santa Imagen de las Nieves queda en esta
ciudad en el Convento de Religiosas Claras, de donde se volverá a la
Parroquia continuándose las rogativas hasta que Nuestro Señor se acuerde
de usar con nosotros de misericordia, librándonos de esta tribulación” [3].
Otro
conjunto documental interesante corresponde a las cartas escritas por el
licenciado Melchor Brier de Monteverde, vicario del obispo, fechadas
los días 22 y 30 de noviembre y 10 de diciembre de 1677,
respectivamente. En la segunda de ellas, Melchor Brier anota:
“Dicho D.
Antonio [Pinto, alguacil mayor] dio aviso de cómo había cesado a Dios
gracias el volcán dejando de correr los tres ríos de fuego, y desde el
día 22 siguiente Nuestra Señora de las Nieves, Patrona de aquella isla,
siendo digno de notar que el mismo día 21 dijo el Sr. Obispo misa en
Nuestra Señora de Candelaria […] aplicada por esta intención y remedio
para este volcán, y parece que desde el cielo está manifestando Nuestra
Señora el que para veneración de este prodigioso santuario de
Candelaria, y no es menos circunstancia la del día 21, que dedica la
Iglesia a la gloriosa virgen y mártir Santa Inés, cuyos méritos apagaron
la hoguera de fuego que estaba encendida para su martirio”[4].
Notas
[1]
Otros datos que avalan el error histórico sobre el volcán de San
Antonio figuran en un informe del ingeniero L. Torriani de 1585
—coincidiendo con la erupción del volcán de Tihuya—, en el que traza un
rudimentario mapa y aparece el cono volcánico de San Antonio. Además, la
presencia de lavas en lo alto del caserío de La Fajana, en
Fuencaliente, datadas en unos 3.500 años de antigüedad, bordean también
la base del edificio volcánico de San Antonio, lo que viene a ratificar
que ya se encontraba allí mucho antes de 1677.
[2] El
volcán estuvo en actividad durante 66 días, desde el 17 de noviembre de
1677 hasta el 21 de enero de 1678, en que sepultó la renombrada Fuente
Santa. En comparación con las erupciones de 1585 y 1646, el aporte
documental resulta más reducido. Contemporáneo a la erupción sólo existe
un manuscrito, cuyo paradero se desconoce, del que existen varias
transcripciones completamente distintas, aunque el autor del que se
afirma recoger los datos es siempre el sacerdote Juan Pinto de Guisla.
[3] Lorenzo Rodríguez (1975-2000), v. i, pp. 242-244.
[4] Anaya Hernández, Fajardo Spínola (1993), pp. 52-57.
fuente: https://www.puentedemando.com/el-volcan-de-1677-segun-la-cronica-de-juan-pinto-de-guisla/
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